Santiago Negrín ha presentado este jueves su dimisión -alegando motivos personales- y renunciando a todos sus cargos como presidente del Ente y como administrador único de la Televisión y la Radio Pública de Canarias. La dimisión, formalizada en una carta enviada a la presidenta del Parlamento, Carolina Darias, y que ayer tarde corrió como reguero de pólvora por redacciones y mentideros, es contundente, definitiva e irreversible. Y a pesar de ampararse en motivos personales, se presenta como resultado de los acontecimientos que se han producido en los últimos meses, relativos a la frustrada adjudicación del concurso de informativos.

Se trata de un pulso que ha contaminado escandalosamente la política canaria durante este último año, y que ha enfrentado a Negrín con la intención de la actual adjudicataria, Videoreport, de impedir el concurso de los informativos por cualquier medio, forzando una renovación ilegal del contrato. La determinación de Videoreport, convencida de que Negrín quería perjudicarla para favorecer a una empresa concurrente participada por Prisa, de la que Negrín es trabajador en excedencia, dio paso a una cuidada y precisa estrategia de acoso y derribo contra Negrín por parte de Videoreport y sus aliados políticos y mediáticos. Esa estrategia ha tenido variadas fases, empezando por la que provocó la disfunción de un muy capitidisminuido consejo rector del Ente, siguiendo por la captación de apoyos políticos a la causa de la renovación ilegal del contrato, la ruptura de la unidad de voto en el grupo parlamentario socialista, las presiones y descalificaciones orquestadas contra el presidente del Ente, con bochornosas acusaciones personales, atribución de intenciones ilegítimas o puros insultos, hasta concluir en la presentación de una decena de demandas judiciales contra decisiones de Negrín, destinadas todas ellas a evitar la celebración del concurso.

Como detonante de la decisión de dimisión de Negrín, éste se refiere en su carta al auto del Juzgado número 1 de lo Contencioso Administrativo de Santa Cruz de Tenerife, emitido ante una petición de Videoreport de anular su propia demanda contra Negrín -tras ser considerada la de Videoreport la mejor oferta-, auto en el que el magistrado se reitera de forma categórica en su criterio -ya expresado en otro auto anterior- de que el administrador único de la tele, Negrín, no es competente como órgano de contratación. Ante la interpretación del magistrado, a Negrín no le quedaba ya más opción honrosa que la dimisión. Una dimisión que -en una suerte de inesperada justicia poética- ahora perjudica precisamente a la empresa que más insistió en ella, Videoreport.

Negrín pide en su carta disculpas por los errores que pueda haber cometido y se queja con cierta inocencia del perjuicio emocional sufrido por él y su familia. Siempre he creído que Negrín es un tipo decente al que entre la presión de los que querían renovar el contrato de los 144 millones y la cobardía de muchos de sus compañeros de viaje, se ha dejado a los pies de los caballos. Él valoró como mejor oferta la que creía mejor, y estoy seguro de que no habría tenido el más mínimo problema en adjudicarla por el procedimiento de negociado sin publicidad para el que Videoreport lo consideraba hasta hace un mes incompetente.

Eso habría garantizado la continuidad de un servicio del que el Parlamento -responsable de la tele desde la aprobación de la Ley 13/2014, no ha sido capaz siquiera de aprobar el mandato marco que establezca las condiciones de gestión. Ahora es al Parlamento al que le toca afrontar esta papeleta. Y tiene menos de un mes y medio para hacerlo.

Durante dos años, algunos hemos dicho que lo que estaba ocurriendo ante nuestras narices era una vergüenza, más propia de Sicilia que de Canarias. Y que el caminar de la perrita apuntaba claramente al cierre de la televisión si el Parlamento no resolvía. Hasta ahora no ha resuelto una higa, y es probable que no lo haga ni asuma las funciones que le atribuye la ley.

Podemos y el PSOE han defendido una gestión plenamente pública de los informativos que acabe con el disparate de escandalosas concesiones multimillonarias cada ocho años y prórrogas más que sospechosas. Ojalá no sea tarde para resolver este desaguisado. Ojalá pueda evitarse que trescientos trabajadores se vayan al paro. Pero yo no soy precisamente optimista. Más bien todo lo contrario. Sobre la tele puede decirse, parafraseando el refrán, que entre todos la mataron y ella sola se murió. Sobre Negrín, lo único que puedo decir es que unos "motivos personales" nunca fueron tan obviamente públicos: en cuarenta años de ejercicio del periodismo jamás he visto un linchamiento público como este, tan miserablemente orquestado, tan obvio y cruel, tan cubierto por un manto de silencios cómplices y cobarde omertá.