El príncipe Enrique y la estadounidense Meghan Markle hechizaron ayer las calles de la localidad inglesa de Windsor, que lució multitud de banderas británicas para celebrar una de las bodas más importantes del año. Para tal ocasión, el pueblo, de 30.000 habitantes, no perdió la oportunidad de exhibir sus mejores galas y coloreó sus paisajes con miles de personas que siguieron de primera mano todo el espectáculo que rodeó a la ceremonia.

En los alrededores del castillo, el lugar de descanso favorito de la reina Isabel II de Inglaterra, abuela del novio, cerca de 120.000 personas se dieron cita desde antes incluso de que saliera el sol, con la intención de no perderse ni un solo detalle y poder grabar en sus memorias la señalada fecha del calendario real británico.

Los curiosos, agolpados en las inmediaciones del castillo, no dudaron en exponer sus banderas del Reino Unido, así como objetos de todo tipo, desde coronas, bufandas, caretas, gafas de sol, todos ellos decorados con los colores nacionales. Una mujer disfrazada del príncipe Carlos de Gales dijo, emulando al heredero y en tono de broma, que espera con muchas ganas "acompañar" a su nuera al altar.

En los últimos días, el padre de Meghan, Thomas Markle, declinó acompañar a la novia por motivos de salud, por lo que finalmente fue el príncipe Carlos, su suegro, quien cumplió con esta misión. Su ausencia fue compensada por los miles de estadounidenses que viajaron a Inglaterra para vivir el evento, como Rachel Johnson, llegada desde California hace dos días solo para ver la boda.

Su bolso, lleno de recuerdos de la celebración como revistas, periódicos del día y libros, refleja la pasión con la que el país ha acogido la entrada de una compatriota en la monarquía británica. "Los adoramos. Estamos de acuerdo en que es un cuento de hadas, da igual cuánto nos hayamos gastado, es algo que no tiene precio porque es una experiencia única".

Pero Enrique y Meghan no son los únicos que pasearon su amor ayer por la villa de Windsor, y es que David y Lindsay, una pareja de recién casados, decidieron disfrutar su luna de miel en la localidad inglesa durante la celebración de la boda: "Es una manera diferente de vivir estos eventos. Hemos venido a las dos de la mañana para coger sitio, aunque tenemos alquilada una habitación de hotel enfrente del castillo. Ellos son increíbles, Enrique es divertidísimo y ella es muy dulce, parecen una pareja perfecta, aunque aún no los conocemos", dijeron entre risas.

Estar acampado a las dos de la mañana no es nada en comparación a aquellos que han pasado días bajo el frío y la noche estrellada de este pueblo a las afueras de Londres, en el condado de Berkshire.

Es el caso de Marisa Arroyo, nacida en Colombia y, por trabajo, a caballo entre Londres y su país natal, quien lleva dos noches en el sendero que lleva hasta el castillo y por el que paseó el desfile final de la jornada.

Markle no prometió obedencia a Enrique

La estadounidense Meghan Markle no prometió obediencia a su esposo, el príncipe Enrique, en los votos matrimoniales que recitó ayer en la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, a las afueras de Londres. Al contrario de lo que hicieron la reina Isabel II, la princesa Margarita, Ana del Reino Unido o la condesa de Wessex, Markle no se comprometió a acatar las órdenes de su marido, tomando ejemplo de otros matrimonios reales.

Así, la duquesa de Cambridge no prometió obedecer al príncipe Guillermo en los votos que pronunció en la abadía de Westminster el 29 de abril de 2011, como tampoco lo hizo Diana de Gales al heredero al trono británico, el príncipe Carlos, en 1981. De acuerdo con la Iglesia de Inglaterra, los votos matrimoniales están acordados por ley y no pueden ser reescritos de ninguna manera por razones legales.