Acabar una relación, superar una situación, romper con algo o con alguien, dejar atrás... Muchas situaciones en nuestra vida nos llevan al momento de tener que pasar página, decimos "tener" porque al fin y al cabo es algo impuesto, o bien no queremos o bien no esperamos que sea así, de esa manera.

Pasar página, seguir adelante, dejar atrás lo que ya no está... ¡Cuánto cuesta en algunas ocasiones! Bien por el daño que nos hizo esa situación o bien por la rabia que nos produce, llegamos a un punto en el que los pensamientos rozan la obsesión o, peor aún, nos llevan a un sinvivir que, como bien dice la palabra, vivimos solo por y para ello, no disfrutamos, no nos concentramos, no estamos. Pensamos en ello en cada momento, como si estuviese pegado a nuestro cerebro. No hay forma de sacarlo de la cabeza. Ya sea el dolor, la rabia, la decepción o la sensación de injusticia, nos hace permanecer en un modus operandi donde la falta de cordura llena nuestro día a día. Sí, falta de cordura, porque al fin y al cabo ha ocurrido y no hay marcha atrás.

Recordamos imágenes, palabras, gestos, expresiones, hechos y, para colmo, ¿qué podemos hacer ya? Quizás nada o quizás todo... pensamos y pensamos en cómo salir airosos de todo ello, en cómo podría haber sido y en cómo poder darle atrás a las agujas del reloj y hacer o decir lo que no hicimos y si no lo hicimos, ¿por qué fue?, ¿por no saber?, ¿por saberlo, pero negarlo?, ¿porque realmente nos ha pillado por sorpresa?

Ay, ¡cuánto quebradero de cabeza! Encima, para más inri, la gente a nuestro alrededor nos dice "pasa página", ¡cómo si fuera tan fácil! Si pudiésemos, ¿no lo habríamos hecho ya?

Pasar página cuesta, y mucho. Es sabido que los duelos tardan cerca de un año en elaborarse. Pasando por diferentes fases la negación, la depresión mezclada con la rabia, la asimilación y, finalmente, la acomodación. Fases que indican el proceso por el que pasa nuestro cerebro para poder digerir una pérdida. Cuando alguien cercano fallece se le echa de menos y es muy doloroso, pero cuando es alguien que sigue, que de alguna manera sigue estando y seguimos teniendo noticias, si encima nos revuelven, cuesta más. Tener noticias de esa persona hace que se abran heridas que aún no se han cerrado o que se vuelven a abrir cuando ya nos estábamos relajando. Es realmente agotador.

¿Cómo poder salir de todo esto y poder vivir con tranquilidad, saborear las cosas buenas que nos trae la vida y sonreír desde dentro con total felicidad? Se puede, cuesta, pero se puede.

Hay que empezar a centrarse, quedarnos con lo positivo, al fin y al cabo, ya pasó. Quedó atrás. Las pérdidas traen cambios, los cambios son adaptación, la vida es un continuo, nada permanece ni es igual, pero eso no significa que sea malo. Las situaciones evolucionan, quizás parezca negativo al principio, pero con el tiempo se valora de otra manera, las consecuencias a medio o largo plazo serán diferentes, ni mejores ni peores, diferentes. Lo que sí es verdad, y a la larga es mucho mejor, es que al dejar atrás a alguien que no te quiere o que no te valora, ¡ganas, y mucho! Ahí sí que la situación es mejor, porque descubrirás otra vida, otra sincronía, otra relación que no es comparable, y ahí podrás comprobar lo que es sentirse amado, respetado y valorado.

¿Sabes? No merece la pena ni un segundo de tus pensamientos, pensar ni obsesionarte por quien, estando contigo, te hizo vivir en escala de negros y grises. Quizás las ganas de que funcionara eran solo tuyas, y no te diste cuenta, tu autoestima bajó y la suya subió. Ibais por caminos diferentes y no te diste cuenta, es normal, porque tú y solo tú hacías el equipo, el otro, era individualista, crecía a través tuya, hasta que, lamentable o afortunadamente, ya no te necesitó.

Pensar en todo esto una y otra vez, en los porqués y por qué no, lo único que hará es amargarnos, no dejarnos salir de una espiral que solo nos llevará a la desolación, a la tristeza y a la soledad. Porque encerrarnos en esos pensamientos nos irá alejando de quien realmente sí está. Los que nos quieren están a nuestro lado y ellos se merecen nuestra sonrisa, nuestras buenas palabras o buenos momentos. No los llenemos de discursos repetidos de nuestra desgracia. Desahogarnos sí, ahogarlos no.

Las nuevas oportunidades llegan, pero para ello debemos pensar en el futuro, dejando atrás ese pasado. Proyecta, crea, ilusiónate con lo que puede llegar, fantasea. ¿Sabías que al final el héroe o la heroína de esta historia eras tú?

*Psicóloga y terapeuta

http://anaortizpsicologa.

blogspot.com.es