El presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, logró hoy su objetivo de legitimarse en las urnas al ser declarado ganador de las elecciones del pasado lunes, tras llegar al poder después del golpe militar contra Robert Mugabe en 2017.

Durante casi cinco décadas el nuevo jefe de Estado vivió a la sombra de Mugabe, su mentor y aliado, que dominó la escena política zimbabuense con mano de hierro desde la independencia del Reino Unido en 1980, hasta su derrocamiento en noviembre del pasado año.

Una facción de la gobernante Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF) afín a las ambiciones de poder de la primera dama, Grace Mugabe, intentó forzar la destitución de Mnangagwa como presidente, algo que tuvo un "efecto bumerán", ya que el Ejército, viejo aliado del mandatario, se rebeló contra los conspiradores y acabó consiguiendo la dimisión de Mugabe.

Sumido en una grave crisis económica y con un dudoso expediente en materia de derechos humanos, Zimbabue recibió con ilusión la llegada de Mnangagwa al poder, especialmente al ver que prometía acabar con el aislamiento internacional y con la corrupción para volver a ganarse la confianza de los inversores extranjeros.

Esa es la imagen que ha proyectado para asegurarse su elección: "ED (su mote, derivado de las iniciales de su nombre, Emmerson Dambudzo), liderándonos hacia una nueva Zimbabue", rezan los carteles electorales que inundaron las calles de la capital zimbabuense, Harare.

Sin embargo, todos saben que Mnangagwa, de 75 años, fue la mano derecha de Mugabe desde la década de los años 70, y una cara que figuró en todos los Gobiernos dirigidos por el veterano líder hasta su destitución.

El líder de la ZANU-PF tiene un pasado oscuro: como ministro de Seguridad tras la independencia jugó un papel clave en la matanza de más de 20.000 miembros de la etnia Ndebele.

La "operación Gukurahundi", que muchos califican de genocidio, fue una purga étnica contra simpatizantes de la Unión del Pueblo Africano de Zimbabue (ZAPU).

Se saldó con la fusión de la formación con la ZANU-PF y le valió a Mugabe su ascenso definitivo a la Presidencia en 1987, ya que hasta entonces gobernaba como primer ministro.

No obstante, Mnangagwa asegura que en los últimos tiempos se había vuelto "suave como la lana".

En el funeral de su hermano, en 2010, dijo: "Para los que fuimos instruidos para destruir y matar y hemos visto la luz en los últimos años de nuestras vidas, nuestra recompensa está en el cielo".

El nuevo presidente, sin embargo, tenía entre ceja y ceja otra recompensa más terrenal: su nombre ha estado vinculado desde hace años a posibles pactos y complots para acabar con el "reinado" de Mugabe y ascender así a la jefatura de Estado.

"Es una cara nueva del viejo orden", afirman múltiples dirigentes de los partidos opositores, entre ellos su principal oponente en los comicios, el candidato del Movimiento por el Cambio Democrático (MDC), Nelson Chamisa, de 40 años.

De hecho, cuando formó su nuevo Ejecutivo tras acceder a la Presidencia, Mnangagwa colocó en puestos de responsabilidad a muchos veteranos de su partido, e incluso nombró vicepresidente al jefe del Ejército que lideró la asonada contra Mugabe, Constantino Chiwenga.

El mandatario intenta dar una imagen de aperturismo y, en las redes sociales, que ha usado muy activamente en los últimos meses, aseguró que "los jóvenes son el futuro" y prometió que, si gana las elecciones, el 25 % de los puestos en su Gobierno será para ellos.

Nacido en la región central de Zvishavane dentro de una familia Karanga (el mayor clan de la mayoritaria etnia Shona), el presidente se ha casado tres veces, es padre de nueve hijos y se le considera uno de los hombres más ricos del país.

Aparte de ED, Mnangagwa es conocido como "Cocodrilo", debido a que formó parte de un grupo de jóvenes independentistas apodado "la pandilla de los cocodrilos", junto a los que hizo estallar una locomotora, lo que le valió una condena a muerte.

Finalmente, al ser entonces menor de 21 años, el mandatario, cuyo apodo también responde a su conocida astucia política, pasó nueve años en la cárcel a cambio de librarse de la ejecución.

Esta fue una de las primeras veces que demostró su innato instinto para sobrevivir. Ahora ha vuelto a hacerlo, solo que desde un ángulo político.

Aprovechando su tirón por haber desalojado a Mugabe del poder y la fragmentación de la oposición, "Cocodrilo" ha propinado el "mordisco" perfecto para cumplir su sueño de gobernar sin atisbo de duda sobre su legitimidad.