El país que tiene más vacas que humanos ha decidido homenajear a su industria de la carne en una muestra en Buenos Aires que contiene carteles, infografías y elementos utilizados desde la época colonial hasta la actualidad para preparar los cortes que componen el tradicional menú argentino.

La exposición, presentada esta semana en el Museo de la Ciudad, cuenta con pinturas de rojizos filetes, viñetas que satirizan la venta de carne, la miniatura de un matadero y armas originales que se utilizaron en el siglo XIX para cazar al ganado bovino.

Los más entusiastas pueden incluso simular ser carniceros durante unos minutos, ya que el centro ha montado una instalación que pretende ser un puesto de venta con su frigorífico incluido.

"Es un enorme vuelo de pájaro sobre lo que fue la época colonial, el principio de la vaquería cuando la vaca era cazada. Después esto se desarrolla posteriormente. Se hace industria a partir de la posibilidad de enfriarla, de congelarla y venderla en Europa", presenta el director del museo, Ricardo Pinal.

Pese a lo sanguinolenta que pueda parecer la exhibición "Carne", a la que se suman incluso instrumentos utilizados hace pocas décadas para sacrificar al ganado, los productos cárnicos de la muestra son recreaciones.

Una línea de tiempo marca en una de las paredes la historia de esta industria y muestra los principales acontecimientos desde que los hermanos Goes llevaran en 1556 "7 vacas y un toro" a la región pampeana hasta cuando las exportaciones de carne llegan a las 330.000 toneladas en 2008.

A través de ella, los asistentes aprenderán que en 1883 se construyó el primer frigorífico argentino, que la primera exportación de carne vacuna congelada fue en 1888 y que en 1935 el senador Enzo Bordabehere fue asesinado en medio de las denuncias del senador Lisandro de la Torre por negociados entre el gobierno nacional y frigoríficos extranjeros.

Esta muestra, abierta al público hasta octubre, es el resultado de alrededor de cuatro meses de investigaciones y fruto de la pasión que sienten tanto los organizadores como muchos de sus visitantes.

"No concebimos la mesa sin carne. En nuestro almuerzo y nuestra cena algo tiene que ver", asegura Pinal, quien recuerda que el hecho de que los argentinos no planeen su dieta sin el asado ha influido hasta en el cine y la literatura.

"''La verdad de la milanesa'' (refrán típico argentino utilizado para aclarar dudas), ''un aplauso para el asador''... Eso está en nuestro diálogo y en nuestro arte. El cuento fundacional de la literatura argentina se llama ''El matadero'' (Esteban Echeverría, siglo XIX)", insiste Pinal.

Por ello, también decidieron cubrir las paredes exteriores del museo con imágenes de reses que cuelgan de ganchos y pusieron una cortina de plástico verde y amarilla en la entrada, para que la gente tenga la impresión de entrar en una "carnicería de época".

Para el director, esta exposición es un primer paso para homenajear a esta forma de alimentarse, que lleva a los argentinos a consumir alrededor de 41,2 kilogramos de carne por año.

Plasmar ese mundo en un Museo de la Carne, "una especie de lugar sagrado", serviría para resaltar la importancia que tiene esta industria en el país austral, valora Pinal.

En el museo "parece que fuera distinto, entonces ver una ganchera te parece algo extraordinario. Cuando la gente puede dialogar entre el sujeto y el objeto se da la magia de la museología", asegura.

Mientras luchan por ese objetivo, se contentan con ofrecer postales a modo de despedida. La más representativa, la que muestra la fotografía de una niña bebiendo sangre de toro en un matadero junto a su madre en 1910.