Los patrones de consumo inestables en el tiempo pueden asociarse con un mayor riesgo de enfermedad cardiaca, mientras que un consumo moderado consistente dentro de las pautas de salud recomendadas puede tener un efecto cardioprotector, según un estudio en 35.132 personas liderado por la Universidad College de Londres y la Universidad de Cambridge (Reino Unido).

En su artículo, publicado en la revista ''BMC Medicine'', los investigadores describen que, en comparación con individuos que siguieron consistentemente las pautas de consumo sensato de Reino Unido durante un período de diez años, aquellos que bebieron de manera inconsistente con moderación, aquellos que dejaron de beber (antiguos bebedores) y aquellos que informaron que no bebían, tienen un mayor riesgo de enfermedad coronaria, aunque el efecto observado en los no bebedores puede limitarse a las mujeres.

"Este estudio utiliza datos a largo plazo para distinguir entre consumidores no bebedores persistentes y exbebedores, lo que nos permite probar la teoría establecida de que solo estos últimos tienen un riesgo elevado de enfermedad cardiaca. No encontramos que este fuera el caso, pero sí observamos una diferencia relacionada con el sexo. Entre los no bebedores consistentes, las mujeres mostraron un mayor riesgo de desarrollar esta condicion, frente a los bebedores moderados de forma consistente, pero sus contrapartes masculinos no lo hicieron", explica la doctora Dara O''Neill.

En general, 1.718 (4,9%) de las 35.132 personas incluidas en las seis cohortes que se examinaron en este estudio desarrollaron enfermedad cardiaca durante el período de investigación, de los cuales 325 (0,9%) fueron eventos cardiovasculares fatales. La incidencia observada fue más alta para los antiguos bebedores: 6,1 por ciento experimentó un evento de este tipo y de ellos 1,2% fueron fatales. Las cifras fueron más bajas para los bebedores compulsivos: 3,8 por ciento y 0,6 por ciento.

"Dado que se sabe que los bebedores con un consumo excesivo se muestrean en encuestas de población, la interpretación de la ausencia de efecto entre este grupo debe realizarse con mucha cautela, particularmente a la luz del conocido impacto sanitario general de los altos niveles de ingesta de alcohol", puntualiza O''Neill.

Los hallazgos sugieren que la inestabilidad en el comportamiento de beber a lo largo del tiempo se asocia con el riesgo de enfermedad cardiaca. "Esto puede deberse a que los patrones de consumo inestables reflejan cambios de estilo de vida más comunes a lo largo de la vida de las personas, incluidos los períodos de mala salud o estrés. Los cambios en el estilo de vida también pueden explicar las variaciones en el riesgo que se observar al comparar diferentes grupos de edad", según los autores.

Al dividir la muestra por edad, encontraron que el riesgo elevado de un incidente de este tipo entre bebedores moderados pero inconsistentes en el tiempo se observó en participantes mayores de 55 años, pero no en aquellos con edades inferiores. "Es posible que el grupo de mayor edad haya experimentado cambios en el estilo de vida, como la jubilación, que se sabe que ocurren junto con los aumentos en el consumo de alcohol y que estos podrían haber desempeñado un papel en el riesgo diferente", concluye O''Neill.