Algo más de 100 días es el tiempo que Pedro Sánchez lleva instalado en La Moncloa. Algo más de tres meses donde no han faltado las improvisaciones, las contradicciones y errores, y alguna que otra polémica, que al final evidencian lo que muchos pensábamos antes de la moción de censura: alcanzar el poder es una cosa, y otra distinta es gobernar sin tener apoyos tanto en las urnas como en el arco parlamentario.

Y ocurre que se promete más consenso y más diálogo -cuando no convocatoria de elecciones- y se acaba dando bandazos, aceptando las directrices de otros grupos y dirigiendo España a golpe de decretos ley.

Tanto los medios de comunicación como parte de la sociedad no esconden la gravedad del desgobierno del PSOE de Pedro Sánchez. Ya es consciente de que 84 escaños no dan para mucho y de que los apoyos que consiguió para llegar a ser presidente no fueron un cheque en blanco. Así que lo único que le queda es resistir en el cargo y comenzar su campaña electoral.

Empezó colocando a todos sus afines al frente de empresas públicas, incluso a su mujer, que afirmó que dejaría su empleo para evitar conflicto de intereses se le creó un puesto "ad hoc" que muchos han cuestionado, incluso un antiguo profesor del Instituto de Empresa (IE Business School) que se pregunta qué proceso de selección se ha llevado a cabo para ocupar este cargo y qué méritos aporta Begoña Gómez que no puedan acreditar otros aspirantes.

Por no hablar del incremento de ministerios con respecto a Rajoy, pasando de 13 a 17, lo que significa que el Ejecutivo socialista nos costará casi un 40 por ciento más en sueldos. O de sus gustos por los viajes en aviones o helicópteros del Estado o su colección de fotografías, con gafas de sol incluidas.

Pero hay más: ha habido dimisiones y ceses, falta de coordinación en los ministerios y rectificaciones en algunas decisiones que han protagonizado algunas polémicas como la tramitación de un sindicato de trabajadoras sexuales, el anuncio del impuesto al diesel o la crisis migratoria.

Este Gobierno ha hecho de la rectificación su seña de identidad. Cada vez que dice algo hace lo contrario. Lo vimos con el tema de la defensa del juez Llarena, con la venta de armas a Arabia Saudí o con la renovación de Radio Televisión Española (RTVE), que parece que ha terminado siendo una cesión a Pablo Iglesias.

A Pedro Sánchez le está costando gobernar y hay muchos que están aprovechando la situación. Así, el presidente exiliado de Cataluña, Carlos Puigdemont, intenta marcar los ritmos políticos y ya ha conseguido que se ponga sobre la mesa la opción de autorizar un referéndum de autogobierno.

Y Pablo Iglesias, amén de conseguir controlar y hacer cambios en RTVE, ha logrado que el socialista anuncie la eliminación del veto del Senado, un impuesto a la banca o una subida fiscal. Las concesiones económicas a Podemos en un momento donde ya hay indicadores de desaceleración no son nada halagüeñas.

Mientras tanto, hemos tenido el peor agosto en cuanto a datos del paro, la luz ha marcado su precio máximo histórico y las promesas "estrellas" del presidente siguen sin llegar. Por no hablar de la Agenda Canaria, que ha quedado también en el olvido. Pero ya dedicaremos un artículo para hablar de los temas importantes para nuestras Islas, que han pasado de ser un asunto de Estado a ser un lugar de vacaciones.

Estos 100 días dejan claro que Pedro Sánchez, mal que nos pese, prefiere seguir con el "no es no". No a la subida del salario mínimo, no a la reforma laboral y no al diálogo y al consenso.

Solo espero que algunos de los errores cometidos no tengan más consecuencia que lo ya conocido por todos. Confío en que el presidente marque bien las prioridades por el bien de España y de los españoles.

* Vicepresidenta segunda del

Parlamento de Canarias