Caronte era el barquero de Hades en la mitología griega, al que Dante incorporó a su libro, La Divina Comedia, como el primer personaje que encuentra en el infierno, encargado de guiar a las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado al otro lado del río Aqueronte siempre que tuvieran una moneda para pagar el viaje, mientras que los que no podían pagar vagaban cien años por la ribera del Aqueronte.

Me asaltó el pensamiento esta historia, después de leer dos artículos. Uno sobre el décimo aniversario de la caída de Lehman Brothers que gestionaba fondos con un valor aproximado del 50% del PIB de España y pagó su moneda para cruzar todos nosotros el infierno, y otra, de mayor proximidad, profetizando el naufragio de las RUP, 25 años después de la plena integración de Canarias en la Unión Europea.

Ambas, preconizadoras de una muerte económica y la llamada a la desobediencia moral, descreían de la capacidad innata del ser humano de superarse y mejorar con la necesidad o con las oportunidades que le brindan cada día.

Aparte de la consecuencia de un populismo desmedido en las zonas afectadas por la crisis, que creo firmemente que se irá disolviendo a medida que se vaya viendo que no es lo mismo predicar que dar trigo y los ciudadanos vuelvan a valorar como prioritaria, la solución progresiva de sus legítimas aspiraciones antes que un plato de lentejas que no tiene más porvenir que saciar el hambre de un día sin garantizar que mañana sean capaces de ponernos otro plato de manera gratuita.

Por otro lado, hablar del naufragio del régimen RUP no es más que una intoxicación sesgada de un falso balance deficitario para la economía canaria, que no supera ni un mínimo análisis diferencial de lo que hubiera ocurrido, con el empleo y las empresas, si no hubiéramos superado la época de los puertos francos, o las franquicias aduaneras que no admitían en Europa y que España hubiera atenido que abolir, en ese caso, incluso sin compensaciones.

Poco justificable, también, susurrar independencia disfrazada de "nuestro propio diseño de un modelo de desarrollo auto-cerrado" cuando Canarias tiene un coste administrativo aproximado de unos 20.000 millones de euros anuales con su administración periférica del estado que tendríamos que asumir, una comunidad autónoma, 7 cabildos y 80 ayuntamientos que tendríamos que sufragar con nuestro propio PIB de 45.000 millones.

Salvo que empobreciéramos y ofreciéramos a los canarios un estado del bienestar del tercer mundo.

La responsabilidad de la política y de los agentes sociales pasa por buscar soluciones posibles, a ser posible cogidos de la mano, para combatir la bajada de rentabilidad del turismo, como recuperar la construcción de vivienda e infraestructuras sin consumir más suelo innecesariamente, como ayudar a competir el comercio tradicional con el comercio electrónico que no deja riqueza ni empleo en las Islas, o como garantizar la competencia del plátano dentro de Europa, como mejorar los fondos del Poseican o como ser competitivos en la industria para competir con las empresas de mayor tamaño o para exportar.

Cuanto más pensemos en futuro y en progreso, más evidente se hace su importancia.

* Vicepresidente del Consorcio de la Zona Especial Canaria