La condena de Rodrigo Rato por las tarjetas "black" de Caja Madrid pone punto y aparte a un capítulo de la historia de España, el del "milagro económico" que procuró al exministro el respeto internacional, y al que su condena en firme a cuatro años y medio de cárcel asesta hoy el golpe definitivo.

Un milagro cuyo ocaso empezaría a precipitarse en sigilo a partir de 2008, apenas dos años antes de que emprendiera su nuevo rumbo al frente de una entidad en un momento en el que la alargada sombra de la crisis ponía en entredicho el modelo de las hasta entonces modélicas cajas de ahorros.

Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Administración de Empresas por la Universidad de California (Berkeley), Rato (Madrid, 1949) comenzó su andadura política en 1979 en Alianza Popular (AP), formación por la que fue diputado por Cádiz tras las elecciones legislativas de 1982, y secretario general adjunto entre 1983 y 1989.

De raíces asturianas, su apellido intensificó el interés por los negocios de este joven viajado, amante del rock, y de aspecto informal, como recuerdan algunas fotos de la época, ya que su padre, Ramón, era el dueño de la Rueda de Emisoras Rato.

De ésta sería consejero, al igual que de Aguas de Fuensanta, Edificaciones Padilla y Construcciones Riesgo, todas pertenecientes a esta acaudalada familia vinculada a la industria textil y la construcción, por la rama paterna, y a la minería y la banca, por parte materna.

Pero también, relacionada con políticos como el líder de AP, Manuel Fraga, padrino de un Rato que pronto sustituyó los pantalones de campana de su etapa "yanki" por los trajes con los que desfilaba por los pasillos del Congreso, donde ejercía de portavoz.

La victoria del ya refundado Partido Popular en 1996 le descubrió en calidad de vicepresidente segundo, ministro de Economía y Hacienda (1996-2000) y ministro de Economía (2000-2004) de los gabinetes de José María Aznar, a quien le unía su larga amistad y una clara afinidad profesional.

Durante su gestión, ultimó el saneamiento de la economía española iniciado por su antecesor, el socialista Pedro Solbes, y situó el crecimiento económico en niveles superiores al resto de la Eurozona.

Asimismo, continuó con los procesos de privatización del anterior Ejecutivo, siendo claves operaciones como la de Endesa, Tabacalera, Repsol, Telefónica o Gas Natural, cuestionadas por los investigadores de la Guardia Civil años más tarde.

Tales hitos le llevaron a competir en septiembre de 2003, sin éxito, con Mariano Rajoy como candidato popular a la presidencia del Gobierno.

Sí encontró apoyos, en cambio, para convertirse en el primer director gerente español del Fondo Monetario Internacional (FMI) en junio de 2004, donde acometió el mayor plan de reforma de redistribución del poder entre los países miembros.

En octubre de 2007, renuncia por sorpresa a su puesto en Washington por motivos personales que le traen de vuelta al sector privado español.

Dicho periplo allanó su entrada en una de las entidades más afectadas por la burbuja inmobiliaria, Caja Madrid, como relevo de Miguel Blesa, conocido de su círculo y con el que compartiría banquillo por el escándalo de las tarjetas "black".

Al frente lideró, dentro de la revolución del sistema financiero, la fusión fría de las siete cajas que crearon Bankia, lanzada a Bolsa el 20 de julio de 2011 a pesar de las reticencias de los analistas.

"La solidez de este proyecto es suficiente para que todos estemos más ilusionados", se felicitaba este amante de la meditación ante unos medios que, sin saberlo, captaban una de las últimas imágenes más recurrentes de Rato libre de tachas judiciales.

Los 3.500 millones de euros de desfase patrimonial al cierre del año urgieron al Gobierno a planificar una inyección de dinero público que supuso el relevo en la presidencia y el principio del fin del exministro, especialmente tras la reformulación de las cuentas.

En 2012, una denuncia de la extinta UPyD por supuesta estafa y falsedad contable en Bankia inaugura una nueva etapa para Rato, que cambiará su parlamento y las grandes salas de reuniones por los despachos de la Audiencia Nacional, donde el próximo noviembre hará frente al juicio por la salida a bolsa de la entidad en la que Anticorrupción pide para él cinco años de cárcel.

Aunque el caso más prolijo hasta la fecha es el que instruye la justicia madrileña desde 2015 por presuntos delitos fiscales, corrupción y blanqueo con los que el exvicepresidente del Gobierno habría abultado su patrimonio.

Unas pesquisas que han salpicado a Rato en su faceta de empresario, banquero y, sobre todo, de personaje público en uno de los momentos más convulsos de la escena política nacional.