El Nobel de Química reconoció ayer a los estadounidenses Frances H. Arnold y George Smith y el británico Gregory P. Winter por los avances en el desarrollo de proteínas a partir del aprovechamiento del poder de la evolución.

Su trabajo ha revolucionado tanto la química como el desarrollo de nuevos medicamentos, y sus métodos han posibilitado una industria más limpia, producir nuevos materiales y biocombustibles, mitigar enfermedades y salvar vidas, destacó en su fallo la Real Academia de las Ciencias Sueca.

El presidente del comité del Química de los Nobel, Claes Gustaffson, indicó en una rueda de prensa que "el premio es este año supone una revolución basada en la evolución".

Los premiados "han aplicado los principios de Darwin en los tubos de ensayo y usado este enfoque para desarrollar nuevos tipos de químicos para el beneficio de la Humanidad".

La Academia distinguió a Arnold por impulsar la primera evolución dirigida de enzimas, mientras que los otros dos galardonados fueron distinguidos por el desarrollo y aplicación del método "phage display", una técnica de detección de interacción entre moléculas biológicas que permite lograr nuevas proteínas cuando un virus infecta a una bacteria. Tras años intentando reconstruir enzimas para darles nuevas propiedades optó a principios de la década de 1990 por un nuevo enfoque: usar el método de la naturaleza para optimizar la química, la evolución.

Demostrando el poder de la selección dirigida Arnold dio "el primer y más importante paso" en la revolución en este área de la química, en palabras de la Academia.

Fue el científico holandés Willem Stemmer (fallecido en 2013) quien introdujo una nueva dimensión al demostrar que recombinar los genes juntos puede dar como resultado una evolución aún más eficiente de las enzimas.

Las herramientas de la tecnología de ADN han evolucionado en las últimas décadas produciendo enzimas que catalizan sustancias químicas que ni siquiera existen en la naturaleza, medicamentos o biocombustibles, suprimiendo el uso de catalizadores tóxicos en los procesos industriales, agregó Gustaffson.

En la primera mitad de la década de 1980, Smith empezó a usar bacteriófagos (virus que infectan bacterias) para clonar genes.

La simple construcción de los fagos permitiría hallar un gen desconocido para una proteína conocida, luego se podrían juntar los fragmentos en la cápsula del virus y al producirse nuevos fagos.

Usando anticuerpos se podrían capturar los bacteriófagos que portasen proteínas conocidas, razonaba Smith, que demostró su teoría en 1985 con los péptidos (proteínas) y sentó así las bases del método conocido como "phage display" (visualización de fagos).

Gregory Winter usó esta técnica para buscar nuevos medicamentos: en vez de emplear ratones para producir anticuerpos terapéuticos, prefirió basarse en anticuerpos humanos, que son tolerados por nuestro sistema inmune. Así desarrollaron el adalimumab, un medicamento para tratar la artritis, la psoriasis y las enfermedades inflamatorias del intestino.