"Cuando me dicen cualquier cosa por la calle me siento indefensa porque no sé lo que me puede llegar a pasar", afirma Patricia, de 18 años, quien, como Gege, de 20, y Yara, de 16, piden a todas las niñas y jóvenes del mundo que unan sus fuerzas para acabar con el acoso callejero que sufren a diario.

Un tipo de acoso que puede adoptar formas más o menos graves pero con el que conviven millones de chicas de todo el mundo bajo un denominador común: la inseguridad e indefensión que les genera y que en muchos casos les lleva a evitar espacios de la ciudad y determinadas horas del día.

"Que te digan una palabra, simplemente guapa, te hace preguntarte ''qué me va a pasar, igual se acerca, y si me hace algo, qué hago yo entonces''", señala Patricia, miembro del Comité Juvenil en España de Plan Internacional, ONG que ha lanzado el informe "(In)seguras en la ciudad" con motivo del Día Internacional de la Niña que se celebra el próximo jueves.

A partir de los testimonios que niñas de Kampala, Delhi, Sidney, Lima y Madrid han vertido en la aplicación interactiva de la ONG "Free to be", el documento confirma cómo las jóvenes viven con cierto grado de miedo en sus ciudades ante este tipo de comportamientos machistas.

En Madrid, cuatro de cada cinco aseguraron haber sufrido una o varias formas de acoso, el 72 % verbal y el 11 % físico. Patricia, que nació y vive en esta ciudad, dice padecerlo "prácticamente a diario", siempre cuando está sola o con otras chicas, porque "el hombre, por el mero hecho de serlo, se cree que tiene derecho a decir lo guapa que estás".

"Cuando tenemos a un hombre al lado no se atreven a decirnos nada porque piensan que estamos bajo su protección o incluso bajo su posesión", censura la joven, que apuesta por tipificar como un delito el acoso callejero o instaurar puntos violeta donde las víctimas puedan relatar lo sucedido.

Esta estudiante de Medicina cree que sería conveniente poner más luces en las zonas más oscuras como los parques o que las puertas de los portales no ofrecieran resistencia para cerrarse, porque "si alguien te persigue y no puedes cerrarla rápido, te va a pillar".

Y aboga por saber y enseñar a identificar lo que es el acoso. La clave, dice, está en la actitud del hombre, no en cómo es o su procedencia: "si uno se acerca para ligar, debe hacerlo desde el respeto, pero si va con actitud de superioridad y creyendo que tiene un poder otorgado divinamente sobre ti, es acoso".

Después del "Me too", movimiento que acaba de cumplir su primer año de vida, y tras el pasado histórico 8 de marzo, se llenó de esperanzas, pero con la sentencia de La Manada, que coincidió con su 18 cumpleaños, volvió a salir a la calle "aterrorizada". "De repente ya era mayor de edad y si me sucedía cualquier cosa nadie me iba a proteger", lamenta.

Gege, venezolana afincada en Sidney, cree que "todavía hay muchísimo trabajo por hacer", pero se muestra algo más optimista y cree que el trabajo que hacen las organizaciones feministas "está funcionando" y las voces de las mujeres están "llegando donde tenemos que llegar". "No podemos pararnos ahora", avisa.

También ella ha estado sometida al acoso por las calles de la ciudad australiana, donde ha escuchado desde piropos más inofensivos a "cosas degradantes"; como Patricia, a veces ha podido reaccionar, en ocasiones con rabia, pero otras, si estaba sola o era de noche, ha tenido que "agachar la cabeza y seguir caminando".

Como futura arquitecta, sueña con ciudades en las que ellas no tengan que defenderse, algo imposible si no se incluye a las mujeres en su diseño y toma de decisiones.

En su opinión, el origen del acoso está en la masculinidad tóxica, por lo que considera que uno de los primeros pasos a dar es tratar de "cambiar esta cultura" en los chicos para que adopten una "masculinidad saludable".

Yara tampoco escapa a esta realidad, y vivió una de estas situaciones acompañada de su madre, quien llegó incluso a temer que su hija saliera de casa; pero consiguió lograr confianza en sí misma aprendiendo kárate y técnicas de defensa personal que ahora enseña a otras chicas de su comunidad.

Mientras aspira a convertirse en cirujana, esta chica cariota quiere enviar este mensaje a todas las chicas del mundo: "sed fuertes, optimistas, ayudaros las unas a las otras y seguid por este camino".

Patricia también les pide que "nos unamos, nos apoyemos entre nosotras, que nos comprendamos" y, si alguna presencia una "situación de acoso, ofrécele tu apoyo como mujer, como ser que sufre las mismas cosas".

"Separadas no tenemos mucha fuerza", añade Gege, que concluye: "En el momento en el que todas nos empecemos a unir, vamos a lograr todo lo que queramos lograr".