Hace tres años, el Gobierno peninsular decidió vender una parte importante de la empresa que gestiona los aeropuertos españoles, AENA. Colocó en bolsa acciones de la compañía a un precio de 58 euros. Al cierre de la sesión los que compraron las acciones de la empresa habían ganado ochocientos millones de euros con el incremento en el valor de las acciones que a día de hoy, cuando escribo estas palabras, cotizan a 139 euros. Como se ha dicho por más de un experto en este país: "alguien" hizo un gran negocio. AENA es el primer operador aeroportuario del mundo, con más de doscientos millones de pasajeros el pasado año y este año, a fecha de finales de verano, había registrado un beneficio bruto de explotación que superaba los dos mil millones de euros.

Es importante conocer estas cifras. Y saber que los aeropuertos canarios se encuentran entre los más rentables del Estado, con una facturación conjunta que roza los cuatrocientos millones de euros. Solo el aeropuerto de Tenerife Sur supera los 130 millones de facturación al año, con más de once millones de pasajeros, entre los diez más rentables de toda la red. Aunque AENA no publica los resultados desagregados por aeropuerto desde 2015, el aeropuerto del sur de la isla debe tener un nivel de resultados positivos históricos rozando los 100 millones de euros de beneficios anuales. Los que compraron acciones de AENA ya hicieron el negocio adquiriéndolas y todos los días refuerzan su cuenta de resultados a costa de los ingresos y beneficios del aeropuerto del sur.

Con un comportamiento que esta semana pasada he calificado de "colonial", por decirlo suavemente, AENA decidió sacar a licitación una obra para mejorar las condiciones absolutamente insuficientes del aeropuerto de nuestra isla cuyas instalaciones tienen ya cuarenta años de antigüedad. Y decidió hacerlo con nocturnidad y alevosía, sin contar con la isla y sin aceptar la colaboración que le habíamos planteado en la supervisión técnica del proyecto, incumpliendo de esta forma los acuerdos que habíamos labrado en el pasado.

La reacción de rechazo de todos los estamentos de la sociedad de Tenerife ha sido unánime. Y lo ha sido porque el aeropuerto del Sur no es solo una propiedad de AENA, sino un patrimonio de la isla en el que nos jugamos el ser o no ser de nuestra actividad turística de futuro. La indignación del grupo de gobierno del Cabildo no es gratuita. No se trata de una ofensa al protocolo. No es que estemos enfadados porque AENA nos avise por un mensaje telefónico de la licitación de una obra. Es que resulta indignante que los responsables de una pieza esencial para la economía de esta Isla se permitan poner en marcha una obra sin que nos hayamos enterado de qué va a hacer y, lo más importante, sin que pudiéramos exponer lo que sabemos que necesita nuestro aeropuerto.

No voy a hablar hoy de las inversiones multimillonarias que ha hecho AENA en otros aeropuertos. Ni del tráfico que tienen algunos de ellos con respecto a la inversión ejecutada. Los actuales responsables de la empresa han heredado una gestión de la que no son responsables. Pero sí lo son de los errores que se puedan cometer para el futuro. Y el del aeropuerto del Sur es un gravísimo error. Porque si algo necesita Tenerife es una instalación moderna que esté preparada para recibir y despedir a los once millones de viajeros que la visitan. Que esté preparada para las contingencias de un "brexit" que puede suponer la necesidad de disponer nuevos procedimientos para los equipajes y viajeros procedentes de Gran Bretaña, que es uno de nuestros principales mercados. Que esté a la altura operativa y también de calidad de una terminal del siglo veintiuno y de uno de los principales destinos turísticos de Europa, que ha hecho un esfuerzo enorme público y privado para mejorar en un entorno tan competitivo y en el que es obvio que AENA se ha quedado atrás. Y ni ahora ni con la obra prevista se van a cumplir esas premisas.

Los actuales responsables de AENA han cometido un gravísimo error que supone un desprecio a la isla de Tenerife y que de ninguna manera está a la altura de lo que necesitamos. Desconocemos los detalles de la obra que se ha sacado a licitación pero si se trata, como se ha dicho, de construir un "adosado", un edificio-pasillo que se limite a unir las dos terminales actuales, lo que se estará haciendo es simplemente una chapuza. Los criterios de la pura rentabilidad, exprimir como un limón los grandísimos beneficios del actual aeropuerto para llevárselos a los dividendos y gastando lo mínimo en modernizarlo, no pueden admitirse para una infraestructura vital para la economía de Tenerife. Y AENA, pese a tener un importante accionariado privado que exige beneficios (el reparto de dividendos en estos años de privatización ha alcanzado casi los 2.000 millones de euros), sigue siendo además una empresa con mayoría pública, con responsabilidades públicas y con obligaciones de servicio público.

AENA nos ha tratado con desprecio institucional y la altanería de quien no tiene que rendir cuentas a nadie. Nos ha tratado casi literalmente como a una colonia. Pero somos una isla europea de un Estado democrático. Se ha equivocado de medio a medio. El Cabildo de Tenerife y la sociedad de esta isla no van a consentir una decisión unilateral que tiene los visos de una cacicada y planteada como un hecho consumado. Esta vez, todos a una, nos van a tener enfrente y también con propuestas y con ganas de sacar esto adelante, pero con calidad y con visión de futuro. Porque si AENA se juega sus beneficios, nosotros nos jugamos nuestro futuro.