La primera vez que se habló de inteligencia emocional fue en los años 80. Los postulados con los que comulgaba pronto fueron adaptados a los espacios empresariales. Años más tarde, el aprendizaje a través de los sentimientos empieza a vislumbrarse en las primeras escuelas. Canarias es pionera en ello gracias al profesor titular de Psicología de la Educación de la Universidad de la Laguna, Antonio Rodríguez, quien después de implantar durante cuatro cursos escolares sus técnicas en los niveles de 1º a 4º de Primaria, ha escrito un manual "EducaEMOción, la escuela del corazón", editado por Santillana y que se presentará este miércoles en La Laguna.

Lo que propone es educar a los niños y mayores utilizando las emociones, ¿cómo llega a la conclusión de que es favorable?

El libro refleja la experiencia de cuatro años de implantación de algo innovador y novedoso en todo el sistema educativo. En él, se cuenta la experiencia de muchos maestros y maestras que hemos tenido el privilegio de acompañar y relacionarnos con los alumnos a través de la asignatura específica "Educación emocional y para la creatividad, EmoCrea".

Con el efecto tan potente que tiene poder expresar sus sentimientos en estas etapas, ¿por qué históricamente nunca se ha llegado a hacer así?

Primero por su dificultad. No es lo mismo enseñar matemáticas o lengua que enseñar a gestionar tus emociones. Hay un elemento que dificulta el acceder, formativamente hablando, a este tipo de competencias que los adultos hemos ido adquiriendo por ensayo-error. De alguna manera, todos somos analfabetos emocionales porque la sociedad no ha primado la gestión emocional. Una segunda dificultad tiene que ver con el rechazo que sienten los docentes a la hora de enfrentarse a su propia emocionalidad. Cuando tratas el miedo, la tristeza o la ira de tu alumnado, estás reflejando tu miedo, tu tristeza y tu ira, y eso significa encontrarte con tu parte oscura.

Tal y como se encuentra el sistema educativo actual, ¿los docentes tienen tiempo para poner este tipo de técnicas en marcha?

Esta es otra de las limitaciones añadidas. Los docentes están tan metidos en las urgencias del día a día, en los requerimientos burocráticos y en la complejidad de tratar un aula de mucho alumnado que este tipo de aspectos, por no ser "urgentes", se colocan en tercer o cuarto lugar. La clave es entender que, aunque existan problemas urgentes, hay otros que se deben abordar por su trascendencia. Difícilmente un niño o niña va a aprender si tiene el corazón partido. Eso lo constatan los propios docentes cuando intentan abordar el ayudar a un niño a aprender y se dan cuenta de que en realidad es un colador que está lleno de agujeros.

¿Cuál es el beneficio de implantar este sistema en centros escolares?

Esas dos horitas se convierten en un espacio donde los niños pueden, de manera semanal y consistente, hablar de sus miedos, tristezas, frustraciones e iras. Y lo hablan no solo para ponerlo en común sino también para que el maestro les dé pistas sobre cómo gestionar esas vivencias. El problema no es lo que siente el niño sino lo que hace con lo que siente y no podemos responsabilizarles de lo que hacen si antes no les ayudamos a saber gestionar lo que sienten.

Siendo la inteligencia emocional algo tan "obvio", ¿por qué tardamos tanto en darnos cuenta de lo necesaria que es?

Los seres humanos somos así de contradictorios. Sabemos lo que nos influye, aquello que nos es relevante y que nos marca, pero cuando tenemos que centrarnos en lo realmente trascendente, nos alejamos de nuestra propia humanidad.

¿Una escuela con más corazón conseguiría que las personas, a largo plazo, fueran más felices?

No tanto que fueran más felices, sino que aprendieran a serlo. La felicidad no es algo que podamos dar, la felicidad la decide cada uno con sus decisiones y sus actos. Lo que podemos hacer es proporcionarles las herramientas para que en sus decisiones vayan marcando su concepto de felicidad.

El temor a la Secundaria

Todos podemos recordar a un "profe" de preescolar o primaria que nos haya marcado, pero pocos recordamos alguno que lo haya hecho en Secundaria. Este es uno de los problemas que describe Antonio Rodríguez, quien destaca que precisamente en esta etapa es "cuando requieren mayor atención emocional". Por ello, apuesta por que los docentes en esta época sean "mucho más sensibles a la necesidad de aportar un referente competente" en el campo emocional.

Un manual para todos

El psicólogo destaca que su libro es un "manual de instrucciones" que ya puede convertirse en un "referente para saber qué hacer en cada aula". La Consejería de Educación, además, está muy comprometida con este proyecto habiendo "valorado su relevancia". El libro propone un currículo oficial para los cursos de 1º a 4º de Primaria y para trabajar en 5º, 6º y Secundaria, con lo que busca que próximamente este modelo se implante en todas las aulas de Canarias.