Es una de las voces más críticas que se han escuchado en las últimas semanas en relación a la licitación impulsada por Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea para acometer las obras del edificio que debe conectar las dos terminales de Tenerife Sur. "AENA ha vuelto a castigar a la Isla", sostiene el empresario turístico José Fernando Cabrera en el transcurso de una conversación en la que una y otra vez incide en la idea de que "no podemos aceptar esa propuesta porque es un apaño que vamos a pagar muy caro", reivindica el presidente del Foro de Amigos del Sur de Tenerife. "Con las ganancias del Reina Sofía se han pagado proyectos faraónicos en los aeropuertos de Madrid, Gran Canaria, Barcelona y Fuerteventura y próximamente en Cuba", critica antes incidir que los pasajeros que usan el aeródromo ubicado en la vertiente sur de la isla "se están llevando a casa una imagen de colapso total, fea e incómoda", enumera Cabrera.

AENA no parece que quiera dar marcha atrás en la licitación del proyecto que pretende acometer en Granadilla.

Con ese posicionamiento AENA está condenando a Tenerife a tener un aeropuerto de tercera división. Cuando en el resto del territorio español y en los principales destinos turísticos a nivel internacional se están diseñando terminales de nueva generación, aquí quieren hacer un mal apaño que no solucionará los problemas existentes en las instalaciones de Granadilla. AENA dice que ya no se puede parar la licitación, pero eso no es verdad. Este no sería el primer concurso que interrumpe la administración. Tenerife debe decir no; tiene que dejar claro que no está dispuesta a aceptar esta imposición.

¿Cree que la sensación gris y decadente que transmite Tenerife Sur a sus usuarios ayuda al sector turístico?

Yo no soy político, pero sé que la primera y última imagen que se lleva un turista a casa es clave para fortalecer un destino. Un aeropuerto es fundamental para que esos niveles de satisfacción sean buenos y en Tenerife Sur lamentablemente estamos transmitiendo una mala imagen desde hace mucho tiempo. Basta con entrar a los baños para darse cuenta del estado ruinoso en el que están esas infraestructura.

Cuatro décadas más tarde de que se pusiera fin al debate sobre lo obsoleto que se había quedado Tenerife Norte se está hablando de las estrecheces e incomodidades de Tenerife. Esto recuerda mucho al viejo dicho de la pescadilla que se muerde la cola, ¿no?

A partir de las declaraciones del delegado regional de AENA se desprende que se quiere poner un parche a medio plazo... Ese tiempo cuando hablamos de unas infraestructuras aeroportuarias se puede alargar 20 o 25 años. ¿Podemos estar con ese remiendo dos décadas y media? Ya nos están advirtiendo de que no piensan hacer una terminal nueva como las que se están planificando en el resto del territorio español y eso solo tiene una interpretación: AENA está castigando otra vez a Tenerife.

¿Es un castigo que se puede vincular con el eterno debate de la segunda pista del Reina Sofía?

Dejar de construir la terminal que demanda Tenerife Sur supone un atropello más que hay que sumar a la vieja reivindicación en torno a una segunda pista. Lo que no se puede admitir bajo ningún concepto es que el tercer aeródromo español que más beneficios genera a AENA se convierta en el gran olvidado. Con las ganancias del Reina Sofía se han pagado proyectos en los aeropuertos de Madrid, Gran Canaria, Fuerteventura o Barcelona y próximamente en Cuba.

¿Espera algún tipo de rectificación por parte del ente público cuando se retomen las conversaciones con las administraciones canarias en enero?

AENA no tiene la misma categoría que el Cabildo de Tenerife o el Gobierno de Canarias y, por lo tanto, nunca se podrá posicionar por encima de esas dos instituciones. Lo único que hay que pedirle que tenga el mismo comportamiento que ha ofrecido en Alicante, Barcelona, Gran Canaria, Bilbao, Madrid o Fuerteventura. La nueva terminal de Barcelona fue proyectada por Bofill, la de Madrid la firmó Lamela y la de Bilbao Calatrava... Aquí, siendo uno de sus aeropuertos más rentables, no podemos conformarnos con cualquier cosa.

Al margen de esa apuesta por el diseño, las nuevas instalaciones pretenden ofertar comodidad, dos elementos que en el caso de Tenerife Sur no existen.

Los aeropuertos no pueden ser simples lugares de paso, entre otras cosas, porque un pasajero nunca sabe el tiempo que va a estar en él. Por esa razón actualmente asistimos a la reinterpretación de un modelo que presta muchísima atención al ocio. Si en Tenerife Sur a veces resulta casi imposible encontrar un lugar donde poder sentarse, qué tipo de mensaje le estamos transmitiendo a sus usuarios... Si su futuro pasa por construir un sótano en lugar de una terminal lo vamos a pagar muy caro. Los sótanos solo sirven para esconder cosas que ya no se utilizan, no para esconder durante unas horas a unos pasajeros. Lo que quieren hacer en Tenerife Sur no tiene diseño, le falta luminosidad y plantea a los usuarios -trabajadores y viajeros- las mismas incomodidades que existen en la actualidad.

El desarrollo de nuevas carreteras es otra de las asignaturas pendientes en la Isla. ¿Ese es otro factor que lastra al turismo?

Un touroperador que trabaja en el Puerto de la Cruz me decía hace unos días que tenía que despertar con mucha antelación a sus clientes porque el riesgo de no llegar a Tenerife Sur era bastante alto. A un turista no lo podemos levantar cinco horas antes de su vuelo para evitar los atascos. Esa es una situación tercermundista, un lastre que es más propio de una república bananera que de un destino que quiere ser puntero a nivel internacional.

¿El proyecto del tren del sur sería una solución?

Hay otras prioridades. Cerrar el anillo insular, por ejemplo, es una necesidad más urgente.

Esa es una obra que no termina de definirse. De hecho, la semana pasada originó fuerte discusiones políticas en torno a cómo debería resolverse.

Hay que cerrarlo en condiciones, no con una vía de un solo carril. Solo hace falta que delante te toque un camión cargado circulando a 30 kilómetros por hora para originar una gran retención. El problema no es limitar la velocidad a 80 km/h, el verdadero problema, sin duda alguna, sería encontrarte con un vehículo pesado subiendo El Tanque antes de poder entrar al túnel. El Gobierno tendría que haber tenido redactado unos proyectos que hoy aún no existen. La falta de planificación en carreteras está poniendo en riesgo la economía de la Isla.