Pedro Sánchez anunció el martes pasado su intención de presentar los presupuestos para 2018 en el Congreso, aun a sabiendas de que lo más probable es que resulten derrotados, dado que los independentistas catalanes han anunciado que no los apoyarán. El truco consiste en que no es lo mismo no apoyarlos que presentar una enmienda de totalidad. Si Rufián y los suyos no lo hacen, entonces los presupuestos podrían pasar a ser debatidos, aunque muy probablemente lo que saliera del debate parlamentario se parecería como un huevo a una castaña a las cuentas propuestas por el Gobierno de Sánchez.

Es curiosa esta decisión del presidente de replantearse llevar los presupuestos al Congreso, después de haber dicho que no lo haría si no contaba con los apoyos suficientes para aprobarlos, porque no quería "marear a los españoles". Es obvio que la decisión es fruto de los pésimos resultados del PSOE en las elecciones andaluzas: el estropicio obliga a Sánchez a cambiar de planes y marearnos lo que haga falta. Se trata de entretener al público en el mes de enero con lo que -sin duda- será el disparo de salida de la campaña electoral en todo el país. La lección más clara de las andaluzas es que Sánchez ha sido castigado -y lo ha sido en la reserva natural de votos del socialismo español-, precisamente por su connivencia con el independentismo catalán. Hay quien cree que actúa anonadado por el batacazo de las andaluzas, y que esto le ha pasado por confiar en la cocina del chef Tezanos. Yo ni siquiera estoy seguro de que Tezanos no le contara que el PSOE se iba a desbarrancar. El voto de la ultraderecha puede pasar desapercibido en un sondeo, porque muchos de los que van a votar prefieran no confesarlo. Pero 400.000 votos socialistas no desaparecen como por ensalmo sin llamar la atención del CIS. Eso no había ocurrido jamás hasta ahora, y la gente que curra en el CIS es la misma. Solo Tezanos ha cambiado. Es por eso muy posible que Tezanos tuviera conocimiento del batacazo del PSOE, y se lo advirtiera hace tiempo a su jefe. Y que Sánchez creyera que ese inevitable mal resultado por lo menos le permitiría librarse de Susana Díaz. Y que por eso amagaran los dirigentes nacionales del PSOE con hacerle a la sevillana un corte de mangas en el minuto uno. Ahora han rectificado: saben que puede resultar imposible articular un Gobierno andaluz, y que quizás ser necesario convocar nuevas elecciones andaluzas. Por eso, en la dirección del PSOE lo que se plantea ahora es imponer una gestora en el PSOE andaluz dos meses antes de las elecciones municipales, para dejar a Díaz fuera de juego, y que los afines a Sánchez controlen el partido y las nuevas listas. Sánchez prefiere un partido pequeño controlado por él que uno grande en el que no mande. Y su estrategia es doble: hacia dentro, aprovechar la derrota para hacerse con el control del PSOE andaluz, para fuera, que los presupuestos se conviertan no en el funeral de su mandato, sino en la excusa para romper con unos independentistas insolidarios, a los que no les interesa ni el salario mínimo de los más pobres ni las medidas sociales para la mayoría.

Sánchez sabe que su única opción para seguir en el Gobierno pasa por distanciarse de los "indepes" y gobernar por decreto. Va a montar una coreografía de fuegos artificiales con el presupuesto, porque -a él le da igual que se los aprueben o no-, o que esto sea -como bien dijo hace unas semanas- marear a los ciudadanos. Todo eso solo es blablablá. Lo que de verdad le interesa a Sánchez es usar los presupuestos para alejarse de quienes le han hecho perder casi medio millón de votos en Andalucía. Empieza Sánchez la reconquista de los votos perdidos: volverá a envolverse en la bandera nacional. Pedro y cierra España. Lo veremos. Y más de uno picará.