El puerto de Santa Cruz de Tenerife recibió ayer martes la llegada del "Aidanova", el mayor buque crucero de Carnival. "Aidanova" fue construido durante 2017 y 2018 por la compañía Meyer Werf para Aida Cruises y fue botado en los astilleros de la ciudad alemana de Papenburgo. Este es su viaje inaugural. La enorme mole del barco -mide 337 de eslora y 42 metros de ancho- sorprendía ayer a los paseantes en la avenida de Anaga de la capital tinerfeña. Todo lo que se refiere al último gran crucero es descomunal: cuenta con una capacidad para transportar más de cinco mil pasajeros y hasta 1.650 tripulantes y dispone de 20 cubiertas y 2.500 camarotes, de 21 tipos diferentes, desde áticos a junior suites para familias.

Para quienes dirigen el puerto de Santa Cruz, convertirse en base del que es hoy el mayor buque de cruceros de nueva generación debiera ser un motivo de satisfacción. No solo por el extraordinario movimiento de turistas que supone, sino por la importancia -desde el punto de vista de la proyección de la oferta crucerística- que supone que este gigantesco barco elija el puerto chicharrero como base.

Pero la principal novedad del "Aidanova" es que utiliza como combustible exclusivamente gas natural licuado, reduciendo de manera notable las emisiones contaminantes.

La Unión Europea, en su estrategia europea 2020, que promueve un crecimiento inteligente, sostenible e integrador, se planteó la reducción progresiva de combustibles derivados del petróleo y un ambicioso objetivo de reducción en un 60 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero ocasionadas por el transporte, para el año 2050. En este marco, el Parlamento Europeo aprobó a finales de 2014 una directiva destinada a implantar infraestructuras de combustibles, que establecía para los estados miembros de la Unión la obligatoriedad del suministro de gas para que las embarcaciones propulsadas por este combustible puedan circular a través de la red básica de la Red Transeuropea "a partir del 31 de diciembre de 2015, a más tardar?".

Por supuesto, esa directiva no se ha cumplido en Canarias, ni en Tenerife ni en Gran Canaria. Y a este paso no parece que pueda cumplirse en la próxima década. Y eso, mientras los puertos de toda Europa ya lo han hecho y los cercanos no europeos se apresuran a hacerlo, para atender a los armadores que vienen adaptando los sistemas de propulsión de sus buques al gas natural licuado. Lo hacen no sólo para cumplir con la normativa mundial que fija la reducción de las emisiones de nitrógeno y azufre (que hoy sólo puede conseguirse con el uso del gas), sino también porque el gas es más rentable que los actuales combustibles. Pero en Canarias seguimos decididos a no producir gas: llevamos décadas de retraso en este asunto, fundamental para unas islas que precisan del transporte marítimo para mantener su abastecimiento, sus exportaciones, su conectividad y su principal industria, que es el turismo.

¿Cómo es posible que el "Aidanova" atraque en Tenerife y se abastezca de gas? La respuesta es de chiste: el "Aidanova" se abastece de gas gracias a otro barco que lo trae desde algún puerto cercano. Se trata de una aberración ecológica y resulta disparado en términos económicos, pero alguien estará pagando el pato, mientras quienes se oponen al uso de gas licuado siguen diciendo un día tras otro solemnes tonterías.