Nochebuena de celebración del nacimiento de Nuestro Señor. Deseo que se siente en la mesa de cada uno, pues no hay que olvidar que la festividad es en su honor. La abulia, el desinterés y el triste alejamiento de la religión cristiana que impera en la sociedad actual son el signo de los tiempos, y últimamente parece que lo único importante es beber, comer, divertirse y recibir regalos. No se le tiene en cuenta, pero hagamos que no sea así.

En mis recuerdos de infancia y juventud la celebración de la Nochebuena era muy esperada. El menú consistía en sopa de gallina, huevos fritos con chorizo, pescado al alioli, dulces caseros, turrón del duro y sidra. También se cocinaba un pavo, pero casi siempre quedaba para Navidad. La reunión era alrededor del fuego y los braseros. Cantábamos villancicos con la zambomba, la pandereta y la carraca, y en aquellas gélidas noches de Jaén salíamos a visitar a nuestros amigos y vecinos. Se montaba el belén con su misterio y los mágicos Reyes Magos. Eran fiestas más cristianas donde se exaltaba al niño Dios con los cánticos.

En este año horrible lleno de contrariedades, enfermedades, algunas muy graves, y la desaparición de seres queridos, parece que las fiestas son un deber, pero no querer. Esta pasada semana hemos sentido otro zarpazo inesperado, un ángel de 54 años. María Esther, hija de entrañables amigos también desaparecidos, era un amor que solo desprendía cariño y simpatía, y su desaparición nos ha dejado muy tristes. Ya la niña está junto a ellos y su querida hermana Marian. El resto se ha quedado vacío sin su presencia. Sus padres, Nicolás García y Conchita Canovas, fueron compañeros y amigos durante los duros años de fundación y puesta en marcha de Aspronte, luchando por la defensa de nuestros hijos con discapacidad psíquica. Añorados amigos que fueron vitales para que la Asociación se convirtiera en lo que es hoy. Mis recuerdos con ellos son tantos que no cabrían aquí, así que solo voy a poner uno que siempre me saca una sonrisa. Estábamos de viaje en El Cairo y, durante una de las cenas en el hotel, repartieron cigarros y el camarero vino presto para encenderlos. Cuando me tocó, le dije: "no smoking", pero se quedó tan perplejo, que añadí: "pero sí pijama". La carcajada de Nicolás resonó en todo el restaurante. Jamás lo había visto reír con tantas ganas. En estos días de pesar en los que no he podido acompañar a la familia, solo puedo trasladarles el cariño de la nuestra.

Estas fiestas siempre tienen un sabor agridulce. En las últimas Navidades que pasamos en Jaén ya faltaba alegría. El halo de tristeza envolvía la casa, mi padre estaba bastante enfermo, mi hermano el mayor estaba cumpliendo sus obligaciones militares en Huesca, y mi díscolo hermano Paco había sido enviado a Tenerife para que hiciera el servicio militar y acompañara a mis abuelos que eran mayores.

Este año cada uno en casa está pasando lo suyo. Mi hermana Pili y mi cuñado Jaime, pese a tener ambos bastantes problemas de salud, organizan las fiestas en su casa de Los Campitos, junto a sus hijos, nueras y nietos, y con mis hermanas Nelly y Marisol con sus respectivas familias. Es una cocinera extraordinaria y siempre hace comida para un regimiento. Es una verdadera matriarca que disfruta con su prole. Mi sobrino Paco también participa de esa fiesta, pero este año dice que está cansado del trasiego que supone que tengan que ir a buscarlo y traerlo de vuelta. No quiero que lo pase solo.

En casa, una de cal y otra de arena. Faltará mi hija Carmen que sigue ingresada en San Juan de Dios. Allí el personal se esmera en atenderla, han adornado las plantas y Dios está presente. El mal trago lo arreglaré con otro buen sorbo. Mañana vendrá más familia y amigos y tendremos un caldero con costillas, papas y piñas. No faltará de nada gracias a una buena samaritana que nos ha llenado la despensa. Un encanto de mujer a la que nunca podremos devolverle esa dádiva. También una buena amiga nos mandó cositas, y nunca se olvida de la niña. Amigos de los de verdad.

Salud y felicidad para todos.

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