Alguien, no me pregunten quién, acuñó en algún momento que el primer mundo eran los países capitalistas; el segundo, los países comunistas; el tercero, los estados en vías de desarrollo y el cuarto, las bolsas de pobreza en los países del primer mundo. Es decir, los sin techo, las personas que en los países desarrollados viven y duermen en la calle. Estos días se está hablando, quizás influidos por la Navidad, de los sin techo. Y digo influidos por la Navidad porque antes de estas fechas eran los mismos y nadie decía nada o nada audible. Y el punto de mira se ha enfocado en Santa Cruz, sencillamente porque es la capital, y por lo tanto uno de los mayores receptores de este tipo de pobreza extrema e indeseable. Pero no nos engañemos ni hagamos política con la pobreza, porque estas personas que vemos durmiendo en bancos, en los cajeros o, crudamente, en el suelo no son potestativas de nuestra capital y existen en cualquier gran ciudad que se precie.

Y la solución es harto complicada, porque en Santa Cruz, por ejemplo, quien duerme en la calle puede hacerlo en el albergue o en un piso, pero no quieren. Muchos de los perfiles que nos encontramos en esta tesitura por la noche no quieren seguir una serie de reglas que se exigen, por ejemplo, en el albergue en cuanto a horarios, y entonces montan unas casetas enfrente para poder acceder de día a los servicios del inmueble, pero no seguir las normas por las noches. Lo que voy a decir es cruel, pero la mayoría de los protagonistas de hoy tienen sus facultades sicológicas mermadas hasta el punto de preferir la calle a un techo. Y quien único los puede obligar a vivir techados es un juez. Pero los jueces se lo cogen con papel de fumar a la hora de sentenciar sobre las libertades personales, porque quién es nadie para decirle a alguien que no duerma en la calle si es lo que quiere y ha decidido. Y esto es un papelón de complicada solución a lo largo de todos los países más desarrollados.

@JC_Alberto