Es la "adhesión circunstancial a la causa o empresa de otro". Es una hermosa palabra que nos gusta usar profusamente, como se viene haciendo con "democracia", y que por tal profusión las vamos vaciando de su contenido. Más importante que la dicción es la ejecución que implica o debería implicar. Nuestros gobernantes son los más adictos a su alocución. Parecen querer enriquecer su imagen, por su aparente preocupación moral, por su pretendida asistencia a lo ciudadanos en precariedad, en dificultades para su existencia vital.

Los acontecimientos se me muestran con una importante carga de hipocresía o con un potente deseo de beneficio particular e inmediato. Pienso en las dificultades que estamos endosando a generaciones futuras. A nuestros hijos, A nuestros nietos. Y no por causas ideológicas. Es porque unos y otros, "conservadores" y "progresistas" (otros dos vocablos prostituidos), quienes nos gobiernan, o dicen gobernarnos, nos presentan de vez en cuando objetivos a largo plazo que, desde su origen, no piensan cumplir (igual que los programas electorales). Sus horizontes no van más allá de la próxima consulta electoral. No van más allá de "quienes y cuantos nos van a votar".Y aun el "nos" está fuera de lugar porque la realidad lo sustituye por el "me" absolutamente personalista: Zapatero, Rajoy, Sánchez. Ellos. Qué de sus partidos.

La deuda pública de nuestro país, todavía España, alcanza un valor que supera el billón de euros (más de 1.162.000.000.000). Y como soy lo suficientemente viejo, y en gran parte de la vida me la tuve que ver con la peseta (la que dejamos de usar en el año 2001), todavía me gusta hacer conversión y comparación respecto de aquella añorada moneda. Y así, vengo a entender que nuestra deuda pública asciende a más de 193.000.000.000.000 (ciento noventa y tres billones de las pesetas que solo hace 17 años pasaron a su condición de antigüedad).

Es una constante de quien gobierna hacer cosas para camelar al votante inmediato, el de la próxima consulta. Y si para ello tiene que allegar dinero, pues a esquilmar el ahorro del ciudadano con más carga impositiva o, lo más posible, emitir más deuda; otro la pagará cuando sea. Y la media del ciudadano español está debiendo ya unos 26.000 euros; o sea, el salario de un año de trabajo. Esa es la "herencia" que dejaremos a nuestros descendientes por obra y gracia de unos gobernantes irresponsables. Y ello, de momento. Porque vista la perspectiva de futuro desde acciones actuales promulgadas por nuestro presidente del Gobierno, Sr. Sánchez, esa "herencia" deudora puede subir más. Qué digo puede, subirá. Pero, a lo peor, se habrá ganado el favor electoral de los actuales pensionistas. No el mío, que también soy pensionista.