Tengo el privilegio de escribir de lo que me parece y en la libertad que me proporciona EL DÍA. Hace poco escribí un artículo sobre el constructor Antonio Plasencia, quien ha sido condenado por la Justicia en sentencias que han tenido más que ver con la agitación popular promovida por determinados partidos políticos y poderes económicos, que por la acción de la fiscalía en sí misma. Como ocurrió con el "caso Las Teresitas" o el "caso Mamotreto". No me dejaron de llover críticas sencillamente porque el constructor estaba condenado por temas que nada tienen que ver con robar dinero, sino por asuntos medioambientales. Lo mismo que el "caso Las Teresitas" y lo mismo que el "caso Mamotreto". Nunca se pudo demostrar que nadie se llevara un duro, nunca se llegó a juzgar eso. Pero por ello y por mil mentiras dichas mil veces, los casos fueron fruto de una Justicia "ejemplarizante" más que de una justicia ejemplar.

Y como no me gustan las sentencias las critico. Tengo todo el derecho del mundo. Da la impresión que la Justicia es intocable, y en gran parte lo es. Pero si por un lado hay que acatar sus dictámenes, por otro debemos plantearnos, como sociedad civil, si son acertados o no, si son mejorables o no, si la fórmula es la más adecuada o no: estamos obligados a preguntarnos, como ciudadanos, absolutamente todo. La judicatura, al final, es tan inapelable como falible. Pero como ciudadanos el no entender cómo dos concejales y una técnico del ayuntamiento de Santa Cruz están en la cárcel por una dudosa resolución para quien escribe, es de una lógica aplastante viendo a todos los Jordipujoles catalanes en la calle y revolcándose en dinero ajeno. Es nuestro deber comparar, ver y poner en solfa lo que no va a cambiar nada inmediatamente, pero que quizás con el tiempo y una caña ayude a mejorar el sistema. Ese sistema, tantas veces caduco, en el que vivimos cada día. Y es nuestra obligación.

@JC_Alberto