El balance no deja lugar a dudas. El periodismo sigue siendo una profesión de alto riesgo, una actividad que evoluciona de la mano del peligro a medida que pasan los años. Ya no solo se presenta como una amenaza en zonas de conflicto bélico, sino en lugares donde la guerra no toma las ciudades. Tal y como informa Reporteros Sin Fronteras (RSF) en su informe de 2018, se registraron 80 periodistas asesinados, 77 hombres y 3 mujeres, mientras desempeñaban su labor informativa. En los últimos tres años, el número de periodistas profesionales asesinados había descendido, pero en 2018 se ha producido un aumento del 15%: se han documentado 63 crímenes, mientras que en 2017 fueron 55. El asesinato del columnista saudí Jamal Khashoggi y el del joven periodista de datos eslovaco Jan Kuciak, que tuvieron gran repercusión en los medios de comunicación, muestran la fuerza de los ejecutores de la libertad de prensa, con más de la mitad de los periodistas atacados de forma deliberada. Existe un odio palpable hacia el periodista, principalmente por parte de líderes políticos, empresarios y fundamentalistas religiosos que lanzan sus tentáculos para evitar que el ciudadano conozca la verdadera realidad de su país o su ciudad. RSF refleja que Afganistán, donde 15 informadores han perdido la vida, es el país más mortífero para los periodistas este 2018. Le siguen Siria (con 11) y México (9), el país en paz más peligroso para la profesión periodística. Otro hecho destacable es que Estados Unidos se coloca este año entre los países más mortíferos del mundo, tras el letal tiroteo contra la redacción de The Capital Gazette. RSF cuenta en este informe que el número de periodistas encarcelados en el mundo también se ha incrementado: 348 en 2018, frente a los 326 de 2017. Al igual que el año pasado, más de la mitad de los profesionales encarcelados se encuentran en las prisiones de cinco países: Irán, Arabia Saudita, Egipto, Turquía y China, que sigue siendo la mayor cárcel del mundo para los periodistas, ya que mantiene presos a 60, de los que tres cuartas partes son periodistas-ciudadanos. Por su parte, el número de informadores raptados también aumenta en 2018; la cifra asciende a 60 (un 11% más), cuando en 2017 eran 54. De los 60 reporteros secuestrados, 59 están cautivos en Oriente Medio (en Siria, Irak y Yemen) y 6 de ellos son extranjeros. A pesar de la derrota del Estado Islámico en Irak y de su retroceso en Siria, se obtiene poca información sobre la suerte de estos rehenes. Solo ha habido noticias del periodista japonés Jumpei Yasuda, quien fue liberado tras tres años de cautividad en Siria, y de un periodista ucraniano que aún está en manos de las autoproclamadas autoridades de la República Popular de Donetsk (DNR), que lo acusan de ser un espía. RSF ha registrado tres nuevos casos de periodistas desaparecidos en 2018: dos en América Latina y uno en Rusia. Europa tampoco se escapa y se convierte en un territorio complicado para el desempeño de la labor informativa. Como denuncia RSF, legitimar el espionaje de las comunicaciones de los periodistas lleva tiempo siendo un objetivo del poder en Europa. Ha sido el caso del Reino Unido, Alemania y Francia. Todos ellos han encabezado en 2017 una ofensiva legislativa con gravísimas consecuencias para el periodismo. Un ejemplo que llama la atención es obligar al bloqueo inmediato de contenidos en las redes sociales, como contempla la ''Ley de Facebook'' alemana. En España, RSF percibe que el conflicto catalán ha pasado factura al ejercicio del periodismo, dado que los profesionales de los medios catalanes y enviados a Cataluña se han visto ante situaciones "tan problemáticas, como intolerables". Ya, tras los atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils, Reporteros Sin Fronteras tuvo que lamentar el linchamiento en las redes del director de El Periódico, Enric Hernàndez. Fue por una información del diario en la que se afirmaba que la CIA había alertado a los Mossos de un posible ataque. Luego, existen otro tipo de limitaciones donde la élite política y empresarios de nuestra tierra condicionan el ejercicio periodístico para evitar que el lector sepa las triquiñuelas de algunos para mantenerse en el poder y seguir enriqueciéndose a costa de la buena relación con los representantes públicos. Campañas pagadas tras acuerdos a dedo y privilegios a medida para los que se portan bien. Es la misma fórmula, solo que cambian las personas.

@luisfeblesc