Una amiga granadina, que apura sus últimos años de docencia, me envía un correo que rezuma a la vez desencanto y esperanza; comenta con gravedad la aparición de la ultraderecha beligerante con los logros sociales de la mujer y avanza que, por encima de las ideologías, los demócratas no pueden dar un paso atrás en las conquistas sociales. "El pueblo español va un paso por delante de la política y, en los avatares de las últimas décadas, demostró mayor sabiduría y madurez que sus representantes".

Le debo a María José Robles ratos inolvidables en la vieja Escuela de Radio y Televisión, prólogos y críticas generosas de libros y trabajos audiovisuales y, desde luego, una infatigable catequesis feminista con regalos continuos vinculados a la causa -ensayos, relatos, posters, cómics- y un presente tan estimable como la primera edición francesa de "El segundo sexo" (1949), comprado en una librería de lance en París, "cuando De Gaulle, la policía y el cansancio habían desactivado el mayo del 68".

Recuerda mi colega que Simone de Beauvoir (1908-1986) habría cumplido ahora ciento once años y que, criada en el seno de una familia burguesa y católica, a los veinte años se licenció en filosofía en La Sorbona; y que, "desde su primera novela -"La invitada"- denunciada por la crítica conservadora por incitar a la perversión, se convirtió en pionera en la defensa de la igualdad de hombres y mujeres, del amor libre y de la despenalización del aborto. Y, además, fue la compañera de Jean Paul Sartre (1905-1980), que llevó al existencialismo a todos los géneros literarios".

Referentes de la cultura y espejos de la modernidad que demandaba la cansada Europa, independientes e incómodos para el poder conservador, e imprescindibles para la demostración del liderazgo ético y estético de Francia, Sartre y Beauvoir fueron una pareja "libre y leal", tal como preconizó la escritora en una veintena de libros de decisiva influencia en la extensión de derechos experimentada en Europa en las últimas décadas. Parece oportuno, por asuntos de estricta actualidad, recordar alguno de sus axiomas. O, al menos así lo piensa mi comunicante, que inserta este rotundo manifiesto: "El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal".