Las noches sabineras se sabe cuándo arrancan, pero no cómo terminan. En medio de esas dos referencias se colaron tres voces en el escenario, varios centenares fuera de él y el bombín que se llevó a casa una de las personas que acudió al concierto que ofrecieron en el teatro Leal de La Laguna Pancho Varona, Mara Barros y Antonio García de Diego. Los tres se quejaron del frío de Aguere antes de entrar en materia con un amplio catálogo de desamores, traiciones de todo tipo y sueños incumplidos.

Joaquín Sabina no estuvo, pero Varona insistió en que está bien. Dijo que tiene un montón de proyectos en la cabeza, pero mientras esos cuajan los invitados, un par de madrileños y una onubense, descorcharon clásicos del repertorio del creador de Úbeda. La velada se precipitó desde el otro lado del Charco -con varios temas salpicados por el Río de la Plata- y murió de júbilo con títulos propios y otros que pidió la clientela. La "Noche Sabinera" fue un vis a vis en el que brilló la música, el humor y la tradición. Los asistentes se lo pasaron bien con los diálogos que se abrieron en los "tiempos muertos", escucharon atentos las sonoridades que oculta Mara en sus cuerdas vocales y recordaron con nostalgia tiempos pasados que volvieron a revivir en medio de una sencillez escénica propia de los que no necesitan demasiados adornos para captar la atención de sus seguidores. Tres butacas, media docena de instrumentos, unos cuadernos de buenas letras y algo más de dos horas de puro entretenimiento. Esa fue la receta que encontraron anoche los amantes de las buenas canciones en el teatro Leal.