Impulsar el liderazgo de las nuevas generaciones, especialmente de los jóvenes en la diáspora -aquellos que han nacido o crecido en Europa pero cuya familia procede de países donde se practica la ablación- es clave para acabar con esta práctica que afecta cada año a 200 millones de mujeres en el mundo.

Es uno de los retos que se pusieron ayer sobre la mesa en la VIII Jornada "Hacia el fin de la mutilación genital femenina: Desafíos para la transformación social", organizada por la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), en colaboración con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), con motivo del Día Internacional Tolerancia Cero a la MGF.

Durante la presentación de la jornada, la directora general de Integración y Atención Humanitaria del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Estrella Rodríguez, anunció que el Gobierno va a recuperar la Estrategia de Ciudadanía e Integración, que "estaba en el olvido" después de "unos años de sequía" (la vigencia de la anterior era 2011-2014).

Rodríguez adelantó a que espera que el nuevo Plan Estratégico esté listo "en unos meses", con el objetivo de poner "otra vez en la agenda política" la integración de los inmigrantes, y uno de los asuntos que abordará será el de la mutilación genital.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) denuncia que cuatro mujeres en el mundo son sometidas a ablación cada minuto. Naciones Unidas estima que 44 millones de menores de 14 años han sufrido mutilación genital, especialmente en Mali, Gambia, Mauritania e Indonesia.

En España, se calcula que 17.000 niñas están potencialmente en riesgo de ser mutiladas, procedentes principalmente de Camerún, Gambia, Ghana, Guinea, Mauritania, Nigeria y Senegal, que residen mayoritariamente en Cataluña, Andalucía, Madrid, Comunidad Valenciana y Aragón.

Por ello, desde UNAF se considera que las personas jóvenes que se encuentran en la diáspora "constituyen un valioso puente entre dos culturas y un referente fundamental para impulsar una transformación sociocultural que incorpore el enfoque de salud e igualdad de derechos entre hombres y mujeres". "El diálogo intergeneracional contribuye al cuestionamiento de esta práctica, aportando conocimiento sobre sus graves consecuencias para la salud frente a las falsas creencias y mitos que la sustentan", señaló Ascensión Iglesias, presidenta de UNAF.

Y es que, según la asociación, las tradiciones pueden cambiar con el paso del tiempo. De hecho, al menos 5 millones de mujeres y hombres de 1.900 comunidades en más de 16 países de África han abandonado esa práctica porque se han dado cuenta de que es perjudicial para la salud y la vida de las niñas y mujeres.

La ablación en España está penada con 6 a 12 años de cárcel y la pérdida de la custodia de las hijas.

Más de 16.000 niñas en África han evitado desde el año 2009 la mutilación genital con ritos de paso a la edad adulta alternativos a esta práctica que respetan la cultura de las comunidades, según informó la ONG Amref Salud África con motivo del Día internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina que se celebró ayer en todo el mundo.

Esta organización señala que estas celebraciones son muy similares a las clásicas: duran tres días, las chicas reciben las enseñanzas sobre los valores comunitarios, sexualidad y gestión de bienes, cantan, se visten con sus mejores trajes y se "gradúan". La diferencia es que este rito no culmina en mutilación.

Para ello, se involucra a líderes culturales, ancianos, cortadoras tradicionales y a los jóvenes guerreros masáis y samburu en Kenia y en Tanzania. Amref señala que la prohibición por ley no es suficiente para acabar con esta práctica porque responde a una tradición ancestral. Para ello, la organización no gubernamental trabaja en estos países para acabar con ella, pero respetando los valores locales.

La mutilación genital femenina está criminalizada en varios países. Recientemente, Sierra Leona la prohibió con efecto inmediato, junto con otros ritos de iniciación en sociedades secretas, sumando ya 26 países africanos que prohíben la ablación. En lugares como Kenia, Uganda o Camerún se castiga incluso con la cadena perpetua.