Ha sido alcalde mayor del Distrito Metropolitano de Caracas, alcalde del municipio Libertador (Caracas), diputado en el Congreso Nacional de Venezuela y Senador de la República. Esos son los ejes políticos del abogado Antonio José Ledezma Díaz (1955). Ex preso político y opositor confeso de Maduro, el Premio Libertad Cortes de Cádiz y Premio Sájarov analiza para EL DÍA la situación que se ha creado a partir de la presidencia interina de Juan Guaidó. "Maduro es más peligroso en esta fase terminal", advierte en un tramo de la conversación en el que no se atreve a dar un plazo para aclarar las dudas que hoy inundan la que fue, hasta que La Graciosa fue rebautizada, la octava isla.

¿Los días que están por venir son de ilusión o de esperanza?

De esperanza, la esperanza que sigue viva en un pueblo que no se ha rendido jamás. Los venezolanos han sabido mantener impoluta su capacidad para resistir, a pesar del cúmulo de frustraciones que han sufrido en un periodo de tiempo muy corto. La esperanza y la resistencia son dos aliados muy valiosos cuando te enfrentas a un régimen represivo. Cuando los pueblos tienen fe y luchan con constancia por defender sus derechos civiles, no hay ejército, por muy armado que esté, que pueda frenar esa avalancha cívica.

Hay voces autorizadas que han manifestado que la situación actual se está generando de esta manera porque ahora sí hay un sentimiento de unidad en la oposición.

La unidad es indispensable no solo para vencer a la "narcotiranía", sino para emprender con éxito la laboriosa reconstrucción de la República: hay que volver a edificar las instituciones que han sido devastadas por el chavismo. No queda más remedio que apelar a esa unidad para poner en pie una economía desplomada, para coser un tejido social de un país que está descosido, para que los venezolanos vuelvan a confiar en sus instituciones...

¿Por qué este movimiento ha tenido éxito y otros fracasaron?

A finales de diciembre, y en los primeros días de enero, conseguimos un acuerdo en torno a la necesidad de que Juan Guaidó asumiera plenamente el dispositivo constitucional número 236 para desempeñarse como lo está haciendo. Esa tesis, que lo situaba como presidente interino, fue la que se terminó imponiendo. Por fortuna, no se ha dado ningún tipo de debate interno que ponga en riesgo ese movimiento.

¿Cómo lograron "sortear" los servicios secretos; cree que el factor sorpresa ha sido crucial?

El Gobierno de Maduro contaba con otro guion, uno en el que no existía el diálogo con la UE una vez se creara el grupo de contacto. El régimen le dio preeminencia a las posiciones individuales que legítimamente defendían a varios líderes de la oposición porque no era nada conveniente que Juan Guaidó asumiera el interinato presidencial. Eso, incluso, lo han revelado algunos opositores, sin que eso signifique una falta de ética, sino una posición política que respetábamos. El 12 de enero se empezaron a dar los pasos necesarios para que el 23 se diera su juramento temporal como presidente de Venezuela.

¿Se atrevería a hacer un perfil de trazo rápido de Juan Guaidó?

Por supuesto, es un hombre que, a pesar de su juventud, tiene una trayectoria política -acumula dos periodos como parlamentario-, una formación académica, un fogueo en la lucha como líder de juventud -forma parte de lo que se denomina la Generación de 2007- y está asumiendo con una enorme entereza una encomienda que el destino puso en su camino. Guaidó no es un falso mesías; él no tiene nada que ver con los anacrónicos caudillos. El presidente interino no está contaminado de populismo y demagogia. Su discurso es centrado, muy alejado e inmune a la estridencia, y tiene claro que la encomienda que le han hecho es monumental, una misión que va a requerir de la unidad de todos los venezolanos.

Usted conoce muy bien cómo "respira" Caracas, sabe las claves de una ciudad que en esta ocasión se mueve de forma distinta. ¿Las clases sociales más inferiores, las que siempre estuvieron al lado de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, ahora se mueven en contra del régimen chavista?

La esperanza mantuvo viva la lucha popular, pero en cuanto se perdió ese halo de ilusión las cosas cambiaron. En Venezuela se estaban dando alrededor de 1.200 protestas en los últimos meses, pero esta gran explosión social fue como la resucitación de la colectividad nacional: un grito en favor de los artículos 336 y 350 de la Constitución Nacional para cerrar un círculo que no solo consistía en ver cómo Juan Guaidó asumía las competencias del artículo 233, sino que el pueblo masivamente era quien debía cumplir los mandatos constitucionales que se recogen en dos artículos, el 336 y el 350, a la hora de enfrentarse a un régimen que trate de menoscabar los derechos de la ciudadanía.

¿Usted, que ha sufrido a Maduro en sus propias carnes, cree que el "heredero" de Chávez va a poner facilidades en esta transición?

Los tiranos solo pueden crecer a la sombra del poder porque no tienen el apoyo popular. Si esa soledad, además, cuenta con el repudio internacional, la única alternativa es usar la fuerza, la represión, la violencia... Nicolás Maduro es más peligroso en esta fase terminal.

¿Pero aún es posible encontrar un relevo político construido a partir del diálogo?

Esa situación la ha desvirtuado Maduro y eso es una lástima. Él es el que ha dinamitado cualquier posibilidad de diálogo. La capacidad para hablar es el mejor patrimonio que tiene la humanidad y, dentro de él, hay una serie de palabras que tienen una enorme grandiosidad: amor, paz y concordia son conceptos que no están en el vocabulario de Maduro. Desgraciadamente, las veces que se ha querido dialogar en Venezuela, él ha levantado muros para mantenerse en el poder y alargar la agonía de un pueblo que está al límite de sus fuerzas; empobrecido por varias tiranías.

¿Por las situaciones que a usted le tocó vivir, existe algún sentimiento de venganza hacia las personas que le arrebataron su libertad?

El rencor y el odio enferman el alma y yo no quiero arrastrar esos sentimientos. Hay momentos en los que uno debe estar preparado para perdonar lo imperdonable. Yo estoy dispuesto a hacer ese sacrificio en favor de la paz y la reconciliación del pueblo venezolano. Creo en la justicia profesional, no en la impunidad... Por muy abismales que sean las diferencias que separen a dos personas, siempre hay que estar dispuesto a perdonar, pero sin olvidar. Ese fue un sentimiento que reforcé en mis lecturas en la cárcel.

¿Cuáles fueron esas lecturas?

Hubo muchas, pero recuerdo los discursos de Martin Luther King, concretamente, un pasaje que decía algo así: "Yo sueño que los hijos de mis nietos puedan compartir una mesa con los hijos de los nietos de mis carceleros". Mandela también incidió durante su cautiverio en el hecho de que la verdad se puede defender sin la necesidad de ser ultrajado. Atropellar a los más débiles es algo que los dictadores suelen convertir en una virtud. ¡Una horrenda virtud!

¿Alguna vez fue a visitarlo a la cárcel?

¿Quién?

¿Nicolás Maduro?

Maduro nunca fue a verme a la cárcel, pero se aseguró de que estuviera bien resguardado. Él era el que ordenaba a sus acólitos que no me quitaran los ojos de encima.

¿Hubo torturas?

La tortura no siempre es física. El hecho de estar preso por algo que no has hecho ya es una tortura psicológica. Si usted comete un atraco o mata a una persona, lo normal es que le arrebaten su libertad. Pero cuando no existen motivos para encerrarte en un tugurio de ocho metros cuadrados sin ver el sol y con otras muchas privaciones, eso se puede entender como una tortura blanca: un castigo que no deja rastros de sangre. Yo estuve sometido a un martirio de mil días privado de libertad. Ese es un sufrimiento que no quiero que sufra ningún ciudadano venezolano.

¿Temió por su vida?

Cuando uno está en medio de una línea de fuego sabe que lo pueden llegar a matar; cuando uno está en el ojo del huracán es consciente de que puede llegar a desaparecer para siempre... Si estás preso de un régimen que no garantiza un proceso judicial justo, si estás en un país donde no se respetan los derechos humanos es natural que llegues a temer por tu vida. Ese fue el motivo principal por el que me fugué... Yo tenía la información de que podían estar preparando un secuestro con la intención de hacerme desaparecer para siempre, un operativo compuesto por paramilitares y dirigido por el expresidente Álvaro Uribe. Todo ese miedo se puede llegar a transformar en un sentimiento útil, en un pensamiento que gire alrededor de la idea de que más miedo da perder la democracia.

¿Confía en que los compatriotas que están en la cárcel puedan llegar a recuperar la libertad?

Esa es la prueba irrefutable de que en Venezuela no se respetan los derechos de la ciudadanía. Hay varios cientos de funcionarios policiales encerrados, no solamente los comisarios Iván Simonovis y Molina. También está cautivo el general en jefe venezolano Isaías Baduel. Hay presos políticos en las cárceles de El Helicoide, en Ramo Verde, en La Pica... Igualmente, hay más de 12.000 venezolanos que están sometidos al régimen de presentación, que no los pueden meter en prisión pero tampoco los dejan salir de sus casas. En Venezuela opinar es un delito; protestar es quedar señalado para siempre. Lo que pasa es que los venezolanos nos hemos acostumbrado a luchar con pasión, aunque eso nos cueste la vida. Nuestra devoción patriótica está por encima de dictadores como Hugo Chávez o Maduro.

¿Levantar la voz es un sinónimo de problemas?

Tristemente, sí que lo es... En menos de un mes ya han matado a más de 40 personas y hay varios miles de arrestados. Esa es la verdadera realidad de Venezuela.

Guaidó no cesa de enviar mensajes a su cúpula militar para tratar de ganarse su confianza. ¿Sin ese apoyo este asunto no se va a resolver de la noche a la mañana?

Los militares son clave en este proceso porque es la élite que le queda a Maduro. Sobre todo, los que están en la cúpula. La estructura de mando de las Fuerzas Armadas es piramidal y estamos viendo que en los pisos más inferiores los soldados están disconformes y en el medio existe una situación de insubordinación. Unos y otros se han dado cuenta de que en las últimas décadas se ha manchado la imagen y la historia del ejército venezolano. Por esa razón, Guaidó ha lanzado a la arena una propuesta a través de la ley de amnistía. Esa es la prueba más cristalina de que él no tiene unos fines persecutorios, sino ser el presidente de la transición. No habrá ninguna cacería de brujas; queremos cerrar un ciclo de usurpación de las libertades.

¿Convocar unas elecciones sin "descontaminar" los cimientos de este régimen tendría sentido?

La voluntad constitucional de Guaidó es ir a las urnas lo antes posible, pero convocar unas elecciones sin limpiar antes las cloacas del régimen sería un suicidio. La falta de autonomía del poder electoral es hoy por hoy un obstáculo difícil de salvar: la organización de unos comicios está bajo el control de unas comisarias políticas que están a las órdenes de Maduro. El presidente interino no puede confiar la libertad de Venezuela a unas funcionarias que no ofrecen garantías de transparencia.

¿Antonio Ledezma suena como embajador de Venezuela en territorio español?

¿Yo? España es un país hermano. Sobre todo, cuando se habla de lugares como Canarias. Las Islas son el alma de Venezuela. Aquí yo no me siento un extraño -tras su fuga a tierras colombianas se instaló en territorio español-, pero le tengo que decir que yo no soy diplomático. Dicho esto, conmigo pueden contar para reconstruir mi país pero tenemos que ser diferentes a lo que queremos sustituir: no cometamos los mismos errores que acumularon Chávez y Maduro de designar embajadores afines porque eran de su misma cuerda....

Una última cuestión. ¿Descartaría al cien por cien un enfrentamiento armado?

Al cien por cien no, pero la voluntad de Guaidó es hablar, no llenar las cárceles de presos.

"Algún día contaré los detalles de mi huida"

Antonio Ledezma protagonizó, en noviembre de 2018, una huida a vida o muerte a través de la frontera colombiana. El exalcalde metropolitano de Caracas estaba bajo arresto domiciliario desde el año 2015. "Durante los mil días que estuve preso solo me permitieron una audiencia y los cargos y pruebas que me imputaban eran falsos. Cada vez que presentábamos un alegato no lo tenían en cuenta y una madrugada me sacaron de forma violenta de mi casa -las imágenes dieron la vuelta al mundo- para meterme en la cárcel", recuerda el esposo de Mitzy Capriles. La noticia de su fuga se precipitó a partir de una nota avalada por la Oficina de Migración de Bogotá en la que se informaba que "Ledezma había ingresado en Colombia a través del puente Simón Bolívar, en la población de Villa del Rosario". La "Operación Alberto Carnevali" se cerró con un masasellos para poder residir como turista en el país cafetero durante 90 días. "Se me ocurrió llamarla así porque había leído recientemente un libro de Carnevali, que fue un líder de la resistencia venezolana que murió en una cárcel en el año 1953. Tuve que recorrer más de mil kilómetros y fue una aventura que estaba inundada de riesgos... Yo preferí correrlos antes que permanecer encerrado entre cuatro paredes", rebobina el letrado natural de San Juan de los Morros, en el estado de Guárico. "Algún día, si las circunstancias lo permiten, contaré los detalles de mi huida. Explicaré cómo me sentí protegido por más de 30 personas y, sobre todo, cómo me cuidó Dios para que aquella locura no terminara antes de tiempo. Solo él sabe las dificultades físicas y emocionales por las que pasé para llegar vivo la mañanita del 17 de noviembre a Cúcuta", comenta el expreso político.