Desde las doce, los mismos trolls que después sacudieron las redes acusando a los que fueron de fascistas comenzaron a divulgar las fotos de Colón a las diez y media de la mañana, con el hashtag "#PinchaColón". Hoy parece que importa una higa lo que pase, porque lo que cuenta es solo lo que los tuyos crean que pasó. Y lo que ocurrió ayer es que decenas de miles de españoles llegados (o traídos) desde todas las partes del país se concentraron entre el Casino de Madrid y el Museo de Cera, para desparramarse luego por todas las calles de los alrededores, con la intención de pedir que Sánchez convoque ya nuevas elecciones. Gente muy enfadada por la deriva catalana y las mentiras de Sánchez, atraída por una convocatoria forzada por Casado, un político asustado por el ascenso de Vox, y decidido a precipitar acontecimientos, que de paso forzó a Rivera a sumarse a su "tour de force" en las calles, so pena de verse colocado en el bando de los traidores.

El recurso a agitar las calles no debe ser esgrimido por los partidos sin medir cuidadosamente sus consecuencias. Es el último peldaño del conflicto, y a veces no se logra lo que se quiere. La de ayer en Colón fue una convocatoria impropia de partidos con representación en Las Cortes y el Parlament, una convocatoria pensando con las tripas y no con la cabeza y organizada pésimamente. Probablemente eso contribuyó a que no fueran todos los que se temían desde Moncloa. Pero fueron más -muchos más- de los que habrían acudido si ocho meses de peligrosa indefinición con los independentistas no hubieran acabado por indigestar a millones de españoles. La aceptación del "relator" de Torra fue la gota que colmó el vaso y la excusa perfecta para que un político con más prisa y ambición que experiencia decidiera convocar a los ciudadanos a la calle. Sin duda, el Gobierno incompetente, oportunista y cándido de Sánchez se ha ganado a pulso su primera gran protesta política en las calles, antes de llegar al año. Ahora le queda vender que no fue una gran protesta, apenas un mísero aquelarre de fachas.

La política de este país se hace solo para los convencidos: de la misma forma que en el discurso de Sánchez ayer, tras la manifestación -después de haberse comido al "relator" con papas, y haber tenido que romper con los "indepes"-, no hay ni un guiño, ni uno, de cambio de rumbo, tampoco los organizadores del acto de Colón supieron hablarle a la nación, solo a los suyos: lo demuestra la lectura de un manifiesto en el que se elige el mitineo, el agasajo a los propios, y la elección de la mentira como arma de agitación: se dice que el Gobierno aceptó "las 21 exigencias de Torra", sabiendo que eso no es cierto, o que "transigió" y cedió al trasladar a los presos del "procés" a la cárcel de Lledoners, cuando el hecho es que no tenía otra opción que trasladarlos. La verdad es importante. Y en este país todos mienten. Pero mientras lo hacen, las torpezas de unos y otros legitiman la política de los extremos.