¿Por qué eligieron las Fuerzas Armadas?

Adelina (A): Un día fui a una jura de bandera en la plaza de la Basílica de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife) y me enamoré del Ejército. Aunque desconocía las funciones que tenían, me gustó tanto el acto que pensé que quería formar parte de él. Me fui a Capitanía para hacer la mili, pero no me hicieron caso, así que convencí a mi hermano pequeño para que se metiera en el Ejército y cuando entró me dijo que por qué no lo intentaba yo, que había más mujeres. Dos años después ingresé en las Fuerzas Armadas, aunque ya tenía 25 años y un hijo de nueve meses. Era algo completamente vocacional.

María José (MJ): El Ejército siempre me había llamado la atención, nunca me planteé otra salida profesional. Yo soy de La Coruña y cuando cumplí los 18 años me acerqué a Capitanía y presenté mi solicitud para ingresar. Entre mis prioridades no estaba el destino de Tenerife, pero por sugerencia de un marinero incluí esa opción. Hace 20 años que estoy en la Isla desempeñando mi labor dentro de las Fuerzas Armadas.

¿Cómo reaccionó su entorno cuando decidieron iniciar su carrera militar?

A: Mi círculo más cercano me apoyo, especialmente mi marido. El único que al principio no estaba muy conforme con mi decisión era mi abuelo, que llegó a discutir con mi padre y le decía que cómo permitía que la niña se metiera en el Ejército. Después lo aceptó y estaba muy orgulloso.

MJ: En mi caso de entrada me apoyaron. Pero cuando entré, me dijeron que ya lo había conseguido y que ya me podía volver a casa. Evidentemente, dije que no quería volver.

¿Cuál es su primer recuerdo como militar?

MJ: Me acuerdo que cuando aterricé en Tenerife para ingresar pensé que no había salido de Galicia porque estaba cayendo el diluvio universal en el aeropuerto. Al llegar al cuartel me llamó la atención el poco espacio que teníamos en los barracones y había pocas duchas... Ahora hay unas naves estupendas y maravillosas. Éramos muchas las que entramos para hacer las pruebas y no había espacio suficiente. Creo que no contaban con tantas mujeres, porque eran las primeras convocatorias que se abrían en Canarias para chicas y no se esperaban tanta acogida inicial. Era un proceso que se estaba gestionando.

A: Creo que las unidades lo pasaron mal. Había que dividir todas las infraestructuras, duchas, barracones, etcétera. Nos esperaban, pero no preveían que fuéramos tantas. Yo entré en el año 2000 con los últimos de remplazo, que no cobraban o cobraban 1.500 pesetas. Me sorprendía mucho el contraste entre los que entrábamos como profesionales y los que estaban haciendo la mili. Era una época nueva, porque el Ejército se estaba profesionalizando y, a la vez, integrando a la mujer.

¿Cómo recibieron la noticia de que iban a protagonizar el calendario de Mujeres con valor del Ejército con motivo del 30 aniversario de la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas?

MJ-A: Nos extrañó recibir la noticia del calendario, porque nos elegía por algo que pasó hace 11 años, que fue cuando participamos en el combate en Afganistán. Nuestra primera reacción fue decir que no, pero después lo pensamos y nos gustó la idea por la visión que querían dar del calendario. Las fotografías nos las hicieron en lugares emblemáticos de nuestras ciudades de origen. Esto es una manera de mostrar a la sociedad que nos pueden encontrar en cualquier parte, que somos personas normales y que estamos en la calle.

¿Cómo vivieron la misión Aspfor XVII en Afganistán por la recibieron el Valor reconocido?

MJ: Estuvimos allí unos cuatro meses, encuadradas dentro de una compañía QRF, que es una compañía de acción rápida, formada por 120 personas, entre ellas unas 16 mujeres. Nuestra misión era ocupar el valle de Golestán en Afganistán para favorecer que la policía afgana se quedase en ese valle y pudiera hacer su trabajo, además de hacer limpieza de rutas y mantener ocupadas determinadas zonas para favorecer que la población local pudiera abastecerse.

A: Durante la ocupación del valle pasamos entre 15 y 21 días dentro de un BMR (blindado medio sobre ruedas), junto a la cabo Almudena Porras -que también tiene el Valor Reconocido y participa en el calendario- y otros tres compañeros más. Permanecíamos todo el día dentro del coche porque era el sitio más seguro en el que podíamos estar. El espacio era muy reducido, porque el BMR mide unos 7,5 metros de largo por 2 de ancho. Durante las 24 horas había una persona despierta para estar de guardia. Estábamos en medio de un desierto, a unos 400 kilómetros de la pase de la que partíamos, y hacía mucho frío. Fuera solo había camellos, cabras y burros (risas).

¿Qué ocurrió la noche de 27 de noviembre de 2007?

A: Vimos que estaban atacando una comisaría de policía y los jefes de la unidad pidieron autorización para darles apoyo. Estábamos a algo más de un kilómetro y bajamos con los tres vehículos que estaban disponibles para entrar en combate. Cuando llegamos estaban recibiendo fuego de ametralladoras, de mortero y de fusilería y empezamos a responder al fuego de los insurgentes. El capitán de la unidad ordenó a las personas que estaban en la comisaría que permanecieran en el interior porque así era más fácil para nosotros protegerlos. La visibilidad era prácticamente nula y no podíamos identificar quiénes eran. Estuvimos más de dos horas respondiendo al fuego.

MJ: En el BMR se dispara desde el interior, pero nuestra ametralladora empezó a fallar, por lo que no podía tirar desde el interior del vehículo y la visión era nula, así salimos del coche y comenzamos a disparar desde el exterior.

A: Yo era la conductora del BMR, que se dirige desde dentro pero no se veía, así que también me vi obligada a sacar la cabeza para poder moverlo. La seguridad de los que estábamos en su interior dependía de que se desplazara y que el enemigo no nos pudieran fijar. En esa situación límite solo puedes identificar qué tipo de arma manejan, pero no sabes cuanta gente hay. Teníamos un RPG (lanzagranadas) a unos 10 metros de nuestro coche y, si no es por el conductor del vehículo que iba delante que nos avisó por radio de su posición, nos hubiera dado. En ese momento, yo orienté el coche y mis cinco compañeros dispararon. Estábamos atentos a todas las señales y a toda la información que nos llegaba. Simplemente reaccionamos, porque para esas situaciones nos preparamos todos los días. ¿En ese momento lo piensas? No. ¿Lo repetiría? Sí. Al militar el valor se le supone, pero hay actos concretos que ves un valor que no sabes que tienes. Siempre se lo he dicho a María José, desde que la vi disparando en condiciones extremas sobre el BMR...

¿Ese ha sido el momento más duro de su carrera?

A-MJ: No. (responden a unísono).

MJ: Ese día fue como cumplir el objetivo para el que nos preparamos cada día y todo salió bien.

A: Pero llegar a que eso salga bien implica muchos años de preparación, de instrucción, de prácticas, de moretones, de lesiones, de ampollas, de agujetas, de días sin dormir... Eso sí es muy duro. No sabría señalar un día concreto.

¿Volverían?

MJ: Yo ahora mismo no, porque si situación personal ha cambiado, pero si estuviera en las mismas condiciones que en las que me encontraba en ese momento, sí volvería.

A: Yo sí repetiría, sin pensarlo.

¿Esa fue su única misión internacional con el Ejército?

A: Mi primera misión fue en Kosovo, a la que también fuimos juntas, en 2003. Después fui a Afganistán en 2007, en 2011 y en 2013.

MJ: Yo me estrené en Bosnia, después fuimos a Kosovo y después a Afganistán.

¿Cómo se preparan para una misión de este tipo?

A: En primer lugar, los mandos preguntan en las unidades quién estaría dispuesto a participar y casi el 100% acepta. Es nuestro trabajo, nos preparamos para eso. A partir de ahí, según las características de la misión y la formación específica de las personas y su puesto, van decidiendo quién es idónea para ir. Durante un años nos preparamos para la misión. Estudiamos el terreno, practicamos los procedimientos que se van a poner en marcha, hacemos ejercicios de tiro... Además del valor, es imprescindible la formación. Si no sabes el material que llevas, los medios de los que dispones, no conoces las personas que tienes al lado..., estás perdido. Y todo eso se hace aquí. Incluso el compañerismo se gana aquí con preparación.

¿Su experiencia en un combate en Afganistán las transformó?

A: Ese día pasé miedo, pero no por el combate. Me dio miedo darme cuenta de que no me había acordado de mis hijos y de mi familia. No existían. Solo existían mis compañeros, yo era la madre de ellos y viceversa. Esa situación me hizo sentir mal al día siguiente. Entramos por vocación y ese día nos dimos cuenta. Ahí fue cuando decidí estudiar para hacerme permanente.

MJ: Te cambia porque a la vuelta valoras mucho las comodidades que en el día a día vemos como algo normal. Disfrutas de las carreteras, del agua corriente, de la ducha caliente, de la luz eléctrica, de la cama.

¿En este tipo de misiones tienen contacto con la gente local, con la cultura, con el entorno...?

A: Depende del tipo de misión y de los objetivos tenemos más o menos contacto con la población local. En Kosovo, por ejemplo, había una señora que nos tejía calcetines de lana, que todavía conservamos, o tomábamos café con ellos. En Afganistán fue diferente, aunque una vez fuimos como instructores del Ejército afgano.

¿Cree que la sociedad valora el trabajo de las Fuerzas Armadas?

A: Creo que la población desconoce la labor de las Fuerzas Armadas. Aún así, es una institución muy valorada y respetada. En mi opinión, la creación de la UME (Unidad Militar de Emergencias) ha ayudado mucho a que la sociedad entienda que el Ejército es útil. Siempre que en Canarias ha habido situaciones de emergencia la UME ha estado presente.

La mujer lleva 30 años formando parte de las Fuerzas Armadas, desde que usted llegó hasta ahora ¿cree que se ha adaptado a la presencia de la mujer? ¿qué le queda por mejorar?

A: El tiempo que tardamos en estar en igualdad de condiciones fue el tiempo que tardaron en adaptarse las infraestructuras militares (barracones, submarinos, duchas...). La institución, desde el primer momento, nos dio todo. Nos abrieron las puertas y nos invitaron a venir. Somos de los pocos ejércitos del mundo en los que la mujer puede estar en primera línea de fuego. Estamos donde queremos estar.

MJ: El Ejército se adapta a la sociedad al mismo tiempo que la sociedad avanza.

¿En el futuro se siguen viendo en las Fuerzas Armadas?

A: Yo ya soy permanente, así que ya me jubilaré aquí.

MJ: Yo estoy estudiando para quedarme. Todavía me queda pasar los exámenes, pero mi intención es quedarme para siempre.