La vida de Carla Antonelli (Güímar, Tenerife, 1959) ha estado teñida de un arcoiris de colores y, ciertamente, ha sido de todo menos un camino de rosas.

La tinerfeña es diputada autonómica por el PSOE en la Asamblea de Madrid y su decisiva labor como activista por los derechos de las personas transexuales, con una participación destacada en la aprobación de diferentes leyes por la igualdad, está ampliamente reconocida y considerada en todos los ámbitos políticos y sociales. Bueno, en casi todos.

Pero no siempre fue así. Carla aún recuerda y lleva muy adentro los años duros de la Transición, su juventud traumatizada y reprimida, los cotilleos e insultos de la gente en aquel pueblo del sur de Tenerife que la vio nacer, de donde tuvo que salir poniendo tierra de por medio porque el ambiente era "irrespirable".

Pasado el tiempo, nada menos que 33 años después, regresó a su pueblo para recibir el premio de iniciativas turísticas de Güímar y, posteriormente, fue la pregonera de San Pedro, "pese al disgusto de algún cura", momento que para Carla representó un "exorcismo", desterrar los "demonios familiares".

Atrás, pero siempre vivos en la memoria y el corazón, quedan aquellos años oscuros, grises, donde tuvo que ganarse la vida como bailarina en la sala Britania, las brutales palizas de la Policía y el miedo cerval a la "secreta", la sombra amenazante de los calabozos en la Dirección General de Seguridad, víctima de aquella franquista y represiva ley de vagos y maleantes.

"Ya estaréis contentos maricones, ya tenéis democracia", recuerda que le espetó un policía en aquel verano de 1977, cuando tras cuarenta años de dictadura se abrieron por fin las urnas.

"Al final aprendes a sobrevivir, aprendes a que sistemáticamente te conviertes en una persona resiliente, capaz de transformar lo negativo en positivo. Si no, ¿de qué íbamos a estar aquí? Nos hubiéramos quedado por el camino, como desgraciadamente le ocurrió a tantísimas personas transexuales y homosexuales víctimas de la oscuridad, de las drogas, de la marginalidad; víctimas de los suicidios, de la incomprensión, del desarraigo familiar y del rechazo social".

Desde su particular memoria histórica, su experiencia personal, ¿considera que la sociedad española en su conjunto se encuentra ante una encrucijada vital para la defensa de sus libertades individuales y sus derechos?

Sin ánimo de parecer catastrofista, digo sí, y lo repito. Y no solo por lo que ahora está sucediendo en nuestro país, sino porque estimo que se trata de una tormenta perfecta en contra de los derechos a nivel global. Asistimos, sin duda, a un periodo de evidente involución. Las situaciones que se han conjuntado y alineado, como es el caso de la crisis económica, los recortes sociales, las altas tasas de paro representan un caldo de cultivo ideal para estos movimientos regresivos. Hay cuestiones que son cíclicas en la historia de la Humanidad y debemos recordar cómo se originaron los grandes conflictos.

En el escenario español ha irrumpido una formación política como Vox. ¿Cree que representa una amenaza cierta para la supervivencia de los derechos conquistados?

Se te plantea la duda de si contestar o no a estos grupos ultraradicales, que enarbolan a boca llena la bandera de la ultraderecha y que, de una manera descarada, quieren montarse una campaña de marketing a costa de provocaciones. Pero, al mismo tiempo, reflexionas y el cuerpo te pide unas respuesta contundente frente a determinadas situaciones, véase su veto en el Senado a una declaración contra la LGTBIfobia en los deportes; también en Andalucía, cuando piden los nombres de las personas que trabajan en violencia de género o esa guagua con la imagen de Hitler que pretende caricaturizar las leyes contra la violencia machista. En todo esto hay un ánimo de provocación porque lo que buscan es darse publicidad. Y todos vienen a ser hijos de una misma madre.

¿Hay que alzarse y levantar la voz, poner el grito en el cielo, tanto en las instituciones como también en la calle?

Es que no hemos llegado hasta aquí para retroceder. No vamos a involucionar, ni tampoco vamos a renunciar a unos derechos adquiridos, porque nadie nos ha regalado nada. Han sido décadas y décadas de luchas y sufrimientos para al final, después de haber alcanzado una serie de derechos civiles, tener que desistir ante quienes llegan decididos a llevarnos por delante. Y no me cabe la menor duda de que si tuvieran acceso al poder, no les temblaría el pulso. Estoy convencida de que destruirían conquistas como las leyes de violencia de género, el matrimonio igualitario, las acciones LGTBI... Y ahí está ese vídeo que se hizo viral con el líder de la ultraderecha haciendo de Dj en la Sala Barceló con la Marcha Real como tema principal. Esa es la campaña que ellos, y me niego a darle publicidad a su nombre, buscan que aparezca en las redes, en la que no paran de demonizar las enseñas con la hoz y el martillo, también las banderas LGTBI , rodeados de un clamor y de abucheos. Eso provoca verdadero pánico.

Esa propuesta de una sociedad donde podamos caber todas las personas pasa por legislar, aplicar las leyes y mantener encendido el aliento de la lucha, ¿no?

Sostengo que debemos mantener todo lo que hemos conseguido, sin dar un solo paso atrás. Y, por supuesto, aplicar las leyes que están en vigor que, en el caso de la Comunidad de Madrid, se concretan en dos en materia LGTBI: la Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad social y la Ley de Protección Integral contra la LGTBIfobia. Pero, sobre todo, hacerlas cumplir, porque la realidad dice los contenidos que el 50% de estas dos normativas no se está implementado tal y como está redactado el articulado. Y, luego, evidentemente, continuar mirando al frente y trabajando. Estaba muy encima de la reforma de la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, que representó un hito, pero la disolución de las Cortes, la dejó en la gaveta. Pero nos volveremos a levantar porque, insisto, no hemos llegado hasta aquí para ahora renunciar a nada y mucho menos para que nos arrebaten derechos que tanta lucha y esfuerzo nos ha supuesto conquistar.

¿Esta sociedad debe volver la mirada hacia la tolerancia, la complicidad, la solidaridad..?

No me gusta hablar de tolerancia, sino de respeto, porque esto de que te toleren... En los años setenta, a lo mejor les daba hasta las gracias, pero ya hemos avanzado hacia una sociedad del respeto y de espacios de convivencia, donde las diferencias deben enriquecernos y no ser elementos de distanciamiento y donde todos y todas debemos caber, no solo de unas pocas personas, a imagen y semejanza de lo que refleja el espejo cuando nos levantamos cada mañana. Eso tiene un nombre muy feo.

Y la libertad, ¿suena a voz de mujer?

Bueno, pues como tantas y tantas cosas. Hasta llega a decirse que Dios es mujer. En definitiva, acoge todo aquello que representa creación. La libertad, al final, es una de las motivaciones más fuertes del ser humano, un deseo fundamental de las personas. Y, además, sostengo que la palabra libertad siempre debe escribirse con mayúsculas y sí, ciertamente, tiene voz de mujer.