Extendiendo su presencia como uno de los raperos de mayor éxito en España, El Chojin ha mutado en un artista polifacético en el que brilla también la poesía y la narración literaria, así como proyectos conceptuales en los que exhibe su condición global como artista. En ''Un buen club'', que lo representará hoy en el Berlín 89, en Santa Cruz (20:30 horas), el músico madrileño se enfrenta a un público reducido para dar todo de sí (música, charlas, poesía?) aliado con la improvisación.

¿Cómo presentaría usted mismo su espectáculo ''Un buen club''?

Llevo algo más de tres años haciéndolo y aún me cuesta describirlo. Llevo media vida ofreciendo conciertos y me encanta la energía que se genera, pero Un buen club es distinto porque ahí me presento ante muchas menos personas, sin guión y dispuesto a dejar que fluya. Creo que es importante no perder la cercanía con la gente que me escucha. Un buen club es lo que los que vinieron a verme decidan que sea. Puede haber mucho o poco rap, mucha o poca poesía, muchas o pocas preguntas; mucha o poca interacción. Sea como sea, siempre es distinto y especial.

¿Cuánto tiene de improvisación esta propuesta?

Todo. Nunca sé qué va a ocurrir. En Madrid es donde más veces lo he hecho por cuestión de comodidad y logística, y puedo decirte que hay personas que han venido decenas de veces y siempre se han encontrado con ambientes y sensaciones distintas. Quizá lo más complicado de Un buen club es al mismo tiempo lo que lo hace único, y es que no lo hago yo, lo hacemos todos los que nos reunimos esa noche con intención de pasar un rato agradable en buena compañía.

Como artista, ¿qué sensaciones diferentes genera ese espectáculo respecto a los grandes formatos?

Que cambio el concepto de público por el de personas. En Un buen club puedo mirar a todos los asistentes a los ojos y ofrecerles un trozo del espectáculo. Por una parte me siento inquieto ante la incertidumbre de qué va a ocurrir, pero por otro me tranquiliza saber que no tengo que hacer nada más que ser yo mismo. Como digo en mi libro Un nuevo yo despierta yo soy la máxima autoridad mundial en mí, de modo que siempre que se me pregunte sobre lo que yo pienso, o sobre mi obra, sé que puedo responder con honestidad y conocimiento de causa. Cuando doy un concierto quiero que la gente vuelva a su casa contenta después de haber visto a un artista dando un buen espectáculo sobre el escenario, cuando subo a dar Un buen club quiero que la gente vuelva a casa contenta después de haber visto a la persona que está detrás de ese artista.

¿Cómo es el proceso de creación de sus canciones?

Es una carrera de obstáculos. En la salida siempre se amontonan muchísimas ideas dispuestas a convertirse en temas, pero a la meta sólo llegan las que superan las pruebas y trampas del camino. Soy muy exigente conmigo porque me gusta pensar que la gente que me escucha espera de mí algo que merezca la pena. Eso me obliga a ser metódico y escoger bien las temáticas, las músicas, los ambientes, las palabras... es un proceso que disfruto al máximo, pero es bastante más largo y complicado de lo que puede parecer cuando le das al play.

¿Es un buen momento para ser artista en España?

Por supuesto que no ¿Cuándo lo ha sido? Cualquier padre entenderá como una desgracia que su hijo se quiera dedicar al mundo del arte porque sabe de la incertidumbre que lo rodea. En España se aplaude al triunfador, pero no al artista. Se aclama al que consigue llegar, pero no se da ninguna ayuda al que inicia la carrera. Es muy complicado dedicarse al cien por cien a crear. Siempre digo que uno de los indicadores del nivel de una sociedad son sus artistas, si me preguntan a mí diré que las instituciones deberían involucrarse activamente en el desarrollo de los talentos creativos.

De cuando se inició como artista hasta ahora, ¿en qué ha cambiado la escena?

¡En todo! Cuando empecé vivíamos la tiranía de las compañías discográficas, ellas determinaban qué artistas tenían posibilidades de funcionar. Decidían repertorios para los discos, la estética de los grupos y las temáticas de las canciones -en el rap nunca pasó así afortunadamente-. Hoy los artistas pueden llegar a millones de hogares sin sonar en radio fórmulas ni aparecer en las televisiones gracias a los servicios de streaming que eran imposible de imaginar hace no tantos años. Las redes sociales han acercado a los músicos a su público y posibilitado una interacción impensable en el pasado. Todo es radicalmente diferente y nadie puede afirmar con seguridad qué es lo próximo que ocurrirá.

¿Qué es lo mejor de subirse a un escenario?

El aplauso... para mí es imposible explicar con palabras la sensación de estar ahí arriba y conectar con la gente. Por muy cursi que suene, es magia. Cientos o miles de perfectos desconocidos reunidos en torno a algo que no se puede ver, ni tocar, ni paladear. Ahí arriba se viven situaciones que no se pueden experimentar en otro lugar.

¿Por qué cree que se ha perdido la esencia de la cultura hip hop?

Creo que primero habría que acotarse el espacio geográfico, en el que puede que sea cierto que se esté perdiendo esa esencia de la que hablas porque en muchos lugares permanece intacta. Es cierto que en España se diluyó hace tiempo y yo creo que eso se debe fundamentalmente a que, en general, aquí vivimos sin urgencias. Podemos permitirnos el lujo de sacar de una cultura sus manifestaciones artistas y disfrutar de ellas como piezas separadas y descontextualizadas. En otros lugares necesitan el hip hop como herramienta. Quizá cuidan menos el acabado de las obras porque entienden que lo que importa de ellas es el altavoz que significan. Intento no ser un nostálgico, acepto que las cosas han cambiado, pero en cualquier caso yo sigo siendo un enamorado de la cultura hip hop, mucho más aún que del rap, el b.boying o el grafitti por separado. Sin hip hop mi rap no tendría sentido para mí porque yo no pretendo sólo entretener con lo que hago -cosa totalmente respetable- sino dar un puntito más.