Se acaban los calificativos para definir una situación que se prolonga más allá de lo defendible. Se agotan los argumentos para sostener la competitividad del Tenerife a domicilio. Más de un año hace que no retumban los voladores por un triunfo blanquiazul en la Península. Pero lo que parecía una mala racha o la causa de un enfado seguro cada quince días se consolida ahora como motivo para creer que este equipo puede descender a Segunda B. Sobrevivir sin un éxito como visitante resultaría milagroso.

Por tanto, ganar hoy en Majadahonda evitaría que siguiera creciendo la humillante sensación de impotencia. También los registros negativos para no alcanzar la jornada 36 sin ganar fuera, algo que no sucedía desde la temporada 03/04. La consideración de rival directo del Rayo tampoco puede pasarse por alto, aunque en estos momentos aventaja a los insulares en tres puntos y tenga pendientes los tres que sumará seguro cuando le toque medirse al Reus en la última jornada.

La fórmula para romper el embrujo que atenaza al conjunto tinerfeño lejos del Heliodoro se desconoce. José Luis Oltra lo ha intentado de todas las maneras posibles. Ha cambiado jugadores y dibujos para formar con cuatro defensas y con cinco, con dos mediocentros y con tres, con un delantero y con dos. Quizás por eso, en el Cerro del Espino no se esperan grandes modificaciones en el once. La única duda estará en la presencia de Borja Lasso como mediapunta o en la de Coniglio como referencia. Undabarrena sustituirá al sancionado Racic.

Enfrente, el equipo de Antonio Iriondo podría volver a su esquema con tres centrales después de jugar con defensa de cuatro en Riazor, donde logró la victoria por cero a dos. El protagonismo de Fede Varela en el medio y Aitor Ruibal en el ataque los hace indiscutibles. La duda puede estar en el acompañante de este último: Héctor Hernández o Manu del Moral.