Tiene una lógica explicación que todos aceptamos y comprendemos, el pudor y las denominadas normas de buenas costumbres, mas nadie en varios siglos, ni aún el historiador de los pinceles José Carlos Gracia, han sido, hasta ahora, capaces de mostrarnos en sus cuadros cómo lucharon realmente los guanches contra sus conquistadores, y esto era prácticamente desnudos. Veamos cuáles eran las causas de este comportamiento no habitual dado que el guanche conocía la vestimenta que incluso se autofabricaba como veremos más adelante.

La explosiva ruptura de la paz en la isla de Tenerife con la terrible llegada de los conquistadores agudizó el ingenio natural del isleño para tratar de sacar el máximo partido de su debilidad defensiva. El enemigo vestía poderosas armaduras metálicas de las que el guanche no tenía la menor noticia, pero que no tardó en vislumbrar como de gran dureza al rebotar en ellas las piedras que les lanzaba; calzaban unas pesadas botas poco acordes con el suelo, a veces rocoso y abrupto, que pisaban con incomodidad y sus armas, en la mayoría espadas de la Real Fábrica de Toledo, eran otra muy pesada carga para el momento de establecer carreras y persecuciones.

Los guanches, que habitualmente vivían cubiertos con el denominado tamarco, entendieron rápidamente que su vestimenta era absolutamente inútil para su defensa ante los ataques enemigos y, en una gran mayoría, decidieron desprenderse de todo lo que cubría su cuerpo, incluido el calzado, para enfrentarse a las luchas más ligeros. El ropaje habitual guanche era generalmente de cuero gamuzado, dado que no conocían los paños, el lino o el algodón, ni siquiera la lana, dado que, aunque tenían grandes rebaños de ovejas, estas provenían de una raza africana sin lana.

El traje más común que antes citamos era el tamarco, y se presentaba en dos tipos, uno corto que cruzaba el brazo izquierdo y en diagonal cubriendo la mitad de la espalda y el pecho. El otro, el largo, se ataba al cuello y caía casi hasta los tobillos. Este era el que usaban los pastores en las zonas altas de montaña y varios historiadores apuntan a que en la parte inferior se ataban algunas piedrecitas redondeadas que ejercían la labor de contrapeso para ofrecer una mayor resistencia al viento.

Para la sujeción de estas vestimentas, y por desconocimiento de la costura, se empleaban cordones y cuerdas trenzadas de diferentes fibras vegetales. Respecto al calzado se tiene constancia de que el guanche andaba la mayor parte del tiempo descalzo, más para las zonas de orografía dura utilizaba unas piezas de cuero de cabra que en Tenerife se denominaban "xercos".