«Árbitros y auxiliares de mesa», artículo de opinión

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Entiendan este modesto artículo de opinión como un elogio a quienes son tan necesarios en una cancha como injustamente criticados por una mayoría que no suele conocer el reglamento

ÁRBITROS Y OFICIALES DE MESA. De La Palma (los cinco de la foto sacada por Pedro J. Francisco), de Tenerife, de La Gomera… de cada rincón del mundo. Forman parte del juego y sin ellos solo se disputarían «pachanguitas». Sí, ya saben. Nos gusta ganar siempre y cuando el del otro equipo nos dice «fue falta» y tu crees que no… ¡se arma la marimorena! 

Ellos acuden a cada partido que les programa la Federación u organismo competente con la misma ilusión que lo hace un jugador, un entrenador o un directivo. Es decir, van a divertirse, a hacer lo que les gusta.

Saben que ni un equipo ni el otro le van a perdonar los errores. Sí, aunque sean tan humanos como los demás. Y va incluido ¿en el sueldo? Ja,ja,ja… No me hagan reír por favor. Perciben un dinerito, muy poco, y en ocasiones deben cobrarlo pasadas semanas, incluso algún mes en determinados casos. Son en su mayoría jóvenes de edades comprendidas entre los 16 y 30 años. ¡Claro que hay mayores! pero mientras los primeros buscan esas cuatro perritas para ahorrar o divertirse los fines de semana que no hacen partidos, los que llevan algunos añitos en este mundo del arbitraje ya lo hacen por hobbie, porque les apasiona saltar a una cancha a impartir el reglamento, o a llevar el marcador, los 24 segundos, el acta…

Yo no veo ninguna razón para considerarlos/as los «malos de una película» llamada BA-LON-CES-TO. Les garantizo que el 90% de ellos/as son gente buena, sencilla, tranquila, que les encanta estar vinculados/as al deporte de la canasta. Por supuesto que en todas partes hay «garbanzos con mal sabor», pero un garbanzo no impide saborear un buen puchero (cocido en la Península). 

Sucede, estimados amigos, que mientras a un jugador no le cuestionamos o insultamos cuando falla tiros libres o hace «pasos» al entrar solo a canasta, o no censuramos a un entrenador cuando se equivoca al fijar una táctica, si el que pita algo que el infractor no considera falta (el 70% de jugadores/as, entrenadores y aficionados desconocen las reglas) le caemos encima. «Qué pitas! ¡No tienes ni p. idea! o ese desagradable insulto a ellas de ¡Vete as fregar platos a tu casa mi niña, que esto no es lo tuyo!. ¿Verdad que en algunas de esas canchas de Dios lo hemos escuchado?…

En mis 40 años como profesional del periodismo deportivo, toda mi vida especializado en BA-LON-CES-TO, he querido estar muy cerca de cada uno de los estamentos: entrenadores, jugadores, clubes, federaciones, árbitros… Y de todo he sacado conclusiones. Soy afortunado al decir que este hobbie convertido en mi profesión me ha regalado miles de momentos buenos y algunos, muy pocos, malos. Por sentido común debería comentarles algunos de los buenos, pero me decido por uno desagradable.

Sucedió en la vieja cancha del San Isidro, en el colegio Salesianos de La Orotava. Un partido preliminar del choque San Isidro-Claret de la Segunda División de entonces (años 80). El entrenador del cuadro local y a la vez maestro del citado centro escolar, saltó a la pista y agredió salvajemente a uno de los árbitros. Y lo hizo, el cobarde, en presencia de sus jugadores y de sus alumnos. ¡Claro que le pegué un palo enorme en Jornada Deportiva! Cómo iba a callarme tamaña animalada, máxime siendo maestro el agresor. Lo puse a parir, con un titular que tenía que haberle costado su puesto de profesor: «Un maestro agrede a un árbitro en presencia de sus alumnos». 

No le costó el puesto. Porque el personaje lo negó todo. Incluso se querelló contra Agustín Arias y también contra mi compañero en Diario de Avisos, Norberto Chijeb, presente en ese partido. Recuerdo que el director, Ricardo Acirón (q.e.p.d.), me llamó a su despacho y me dijo. «Ponte en contacto con el abogado de la empresa. Han puesto una denuncia por falsedad en una información referente a una agresión a un árbitro», me dijo. ¡¡¡¿Falsedad??!!! exclamé. Si tengo hasta fotos. Las vio y se acabó la historia. Eso sí, Chijeb y un servidor tuvimos que asistir al juicio de ¿conciliación? y decirle a su «Señoría» que solo dimos testimonio de lo que cientos de aficionados habíamos presenciado. De inmediato me preguntó: «¿Era su voluntad crear perjuicio al demandante?». Le iba a decir pues sí, quería que le expulsaran por su mal ejemplo a sus jugadores y alumnos, pero miré al abogado y su cara me decía: «Acaba ya de una vez con esto». Y me uní a su lema de «el mejor juicio es el que no se celebra» y le dije: «No, Señoría, no era esa mi intención; solo cumplía con mi deber de informar como periodista de lo acontecido».

Y yo, estimados lectores, les pregunto: ¿Y por qué en ningún momento se habló de la integridad física del árbitro agredido? ¿Acaso alguien del club local, el propio agresor, el abogado del demandante o el señor juez preguntó cómo estaba el árbitro?… El agredido solo encontró el calor de sus compañeros del Colegio de Árbitros (así se llama antes) y de un periodista que siempre ha visto en un árbitro y un auxiliar de mesa a personas que forman el complemento perfecto, y vital, para el desarrollo de un juego tan apasionante y divertido llamado BA-LON-CES-TO.

También viví momentos para la historia, como el vivido un curso completo cuando me lié la manta a la cabeza y me hice cargo de la organización cada sábado de la I Concentración de Minibasket en las 15 canchas del colegio Luther King. Los equipos de toda la Isla estaban por la labor pero había una asignatura pendiente. conseguir árbitros y anotadores para los más de 60 partidos que se disputaban entre las 9:00 y las 13:00 horas. Lo hice de manera individual, tras solicitar permiso a Díez Alegre, que todavía no era mi suegro. Me fui a Miguelo Betancor, a Juan Carlos Arteaga, a Chuchi, Recuenco, Hernández Cruz… los grandes del momento, lo que contagió a un considerable número de árbitros de categorías de base. La presencia fue numerosas y durante 8 meses se sacaron todos los partidos. Y sin costarle un duro a la organización. Eso sí, en compensación les tuve que invitar a comer muchasssss veces, de ahí la gran amistad que seguimos teniendo.

Postdata/ Y mi postura en defensa de quienes hoy en día siguen siendo considerados «los malos de la película» por quienes sí suelen ser malos en la cancha, no data de mi matrimonio con Marisol Díez, auxiliar de mesa y mundialista en el Mundobasket’86, 15 años antes de el «sí quiero» este periodista ya entraba lunes, miércoles y viernes en el cuartito que tenía mi suegro, el presidente de los árbitros Miguel Díez Alegre, en la sede de la calle San Sebastián. Es más, confieso que entre mis mejores amigos están una docena de árbitros y una decena de auxiliares de mesa. Y ELLOS/AS SABEN QUIENES SON.

Entiendan este modesto artículo de opinión como un elogio a quienes son tan necesarios en una cancha como injustamente criticados por una mayoría que no suele conocer el reglamento.

Sirva esto como homenaje a los árbitros y auxiliares de mesa de TENERIFE/LA PALMA de todos los tiempos:

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Un comentario en ««Árbitros y auxiliares de mesa», artículo de opinión»

  • el 10/10/2017 a las 15:18
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    Gran articulo Agustin, y es cierto que sin los árbitros no se podrian jugar partidos para competir, los jugadores necesitamos de ellos para poder disfrutar de los que nos gusta.
    Lástima que no todo sea tan bonito, pero en ese mundillo, da igual lo bueno que seas, si no estas bien relaccionado, no tienes nada que hacer.
    En esas fotos, salen 3 personas que son muy culpables de que esto funcione asi.
    Una pena.
    Te repito, gran articulo. Un saludo

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