Con todo el papel vendido desde el pasado sábado, el equipo aurinegro tratará pues de aferrarse a su fortín para forzar el 1-1. No será tarea ni mucho menos asequible, no solo por la entidad del rival, diseñado para pelear por todos los títulos, sino también por las consabidas ausencias por lesión de larga duración de Davin White, Rosco Allen y Nico Richotti; a lo que hay que añadirle la duda hasta última hora de Rodrigo San Miguel, que apura la recuperación de la microrrotura en los isquiotibiales del muslo izquierdo que ya le privaron de jugar en los dos últimos compromisos.

El Real Madrid, por su parte, contará con todos sus efectivos, salvo con Trey Thompkins. Tumbar al campeón continental pasará además por ofrecer la mejor versión posible y rememorar las hazañas de mayor dificultad conseguidas en el recinto de Los Majuelos. El conjunto canarista intentará reducir al máximo los errores, mostrar su mejor cara defensiva, estar al nivel de la dura batalla del rebote ante el que para muchos es el mejor juego interior de Europa y atacar con criterio e irreverencia. Solo desde la fuerza del colectivo, incluido el apoyo de la grada, podrán los tinerfeños pelear por el triunfo.

Enfrente, los de Katsikaris se toparán con un trasatlántico, un muro con jugadores internacionales en todas sus posiciones. El talento de Luka Doncic, en el que puede ser uno de sus últimos partidos en España antes de irse a la NBA; el liderazgo y energía de Sergio Llull; la calidad de Facundo Campazzo; la clase de Carroll, Causeaur o Rudy, en el perímetro; la versatilidad de Randolph o el citado juego interior, con Tavares, Ayón, Reyes y argumentos de todos los colores, serán solo un botón de muestra de la exigencia del reto para los aurinegros.