1998-2018: Veinte años sin el gran capitán RICHY BETHENCOURT
.Richy, el eterno capitán, junto al madridista Wayne Brabender, quien fuera posteriormente entrenador canarista.
Son VEINTE los años que las generaciones de los 70 y 80 llevamos sin RICARDO BETHENCOURT. Un accidente de circulación, cuando regresaba del Sur a su La Laguna querida, cortó la vida de un gran capitán del CB Canarias. Dos décadas después, quienes disfrutamos de su baloncesto, le recordamos. Reproducimos el reportaje elaborado por el periodista Javier Ortiz, en la web oficial de ACB.com.
Seguramente no es un nombre muy conocido en la península, pero sí que puede decirse que Richy Bethencourt es una leyenda en el baloncesto tinerfeño. Su fallecimiento en accidente de tráfico, unos pocos años después de su retirada, le confirió todavía una condición más mítica. Una auténtica pena porque era un tipo muy carismático y querido por los aficionados, sobre todo por los del Club Baloncesto Canarias (actual Iberostar Tenerife).
.En su etapa en el Náutico. Es el primero de los agachados por la izquierda
A Bethencourt nadie le llamaba por su nombre de pila, Ricardo. Era un jugador atípico: medía 1,85, pero eso, que le hubiese encaminado a la posición de base, no impidió que casi siempre fuese un escolta. “Parecía frágil, pero tenía un tiro espectacular y era rápido, explosivo, con un gran salto. Era un experto en el contraataque”, recuerda Juan Méndez, compañero y rival. “Te rompía cuando le daba la gana”, añade.
Casi siempre jugó en la isla de Tenerife, sobre todo en el Canarias, con quien disputó las dos primeras ediciones de la Liga bajo la organización ACB (83-84 y 84-85, con 10,5 puntos en 28 minutos de media), aunque estuvo siete años en total allí. Especialmente recordado resulta su papel en el primer ascenso de la entidad a la máxima categoría, en la temporada 80-81.
.El segundo por la izquierda, agachado, entre Andrés Mateo y Alberto Ortega
Bethencourt, con su eterna camiseta negra de manga corta por debajo de la equipación oficial, había llegado procedente del ‘eterno rival’, el Náutico de Tenerife. Y anteriormente había pasado por las categorías inferiores del Real Madrid, al que se unió cuando estaba en la capital estudiando Derecho. Formó una demoledora pareja exterior con Juan Antonio Corbalán y llegaría a ser internacional juvenil.
Se trataba de un tipo con inquietudes, ambicioso al máximo. “Era muy carismático, con todas las dotes que puede tener un líder junto a Carmelo Cabrera”, explica Méndez, cuyo crecimiento como jugador coincidió en el Canarias con la parte final de la carrera de Bethencourt. “Se picaba mucho en los entrenamientos. Nuestro entrenador, Pablo Casado [recientemente fallecido], me decía que eso pasaba porque sentía que le estaba quitando el puesto. Pero era un tipo excepcional que se hacía querer. Siempre estaba vacilándote. Era muy pícaro”, asegura.
Drazen Petrovic, Fernando Martín, Carlos Montes, Lalo García, Sergio Luyk, Dyron Nix, Mike Schlegel, Abdul Jeelani, Sherron Mills, Jackson Vroman, Matt White, Joe Meriweather, Mike Phillips y un largo etcétera entre el que no conviene olvidar a nuestro protagonista de hoy. Se fueron antes de lo que les correspondía, pero nos dejaron su basket.