Melilla Baloncesto, la despedida más dolorosa

Tras 17 temporadas ininterrumpidas en la Adecco Oro, el Melilla Baloncesto se despide de una competición de la que ha disputado todas sus ediciones y en la que su contador se detendrá el próximo viernes con 602 partidos disputados. Un annus horribilis que no empaña una trayectoria impecable en una liga a la que ya ansían regresar.

PABLO ROMERO / ÁREA DE COMUNICACIÓN FEB

“Lo que no es, no es y además es imposible que sea”, con estas palabras del filósofo griego Parménides podría resumirse, en apenas una línea, la página más negra en la historia de un Melilla Baloncesto al que el destino ha dado la espalda durante una temporada en la que el mal fario ha perseguido al equipo de Gonzalo García.

Y es que la noche del 12 de abril de 2013 quedará marcada para siempre como uno de los momentos deportivos más dolorosos de la Ciudad Autónoma de Melilla; aquella en la que su principal referente a nivel nacional materializó el primer descenso de su historia a una Adecco Plata desconocida para una ciudad acostumbrada a pelear por altas cuotas.

Todo ello tras 17 años ininterrumpidos del decano en una Adecco Oro de la que fuera socio fundador en 1996 y en la que no ha podido repetir el éxito del pasado curso donde alcanzara la final de los playoffs por el ascenso. Un annus horribilis en el que los contratiempos y adversidades se sucedieran condicionando el trabajo diario de una plantilla que no pudo culminar una remontada con la que hubiesen hecho de nuevo historia.

 La configuración de la plantilla mantuvo viva la ilusión:

Las ilusiones generadas en la afición tras la disputa de la última final de la Adecco Oro tuvieron rápida respuesta por parte del club con la configuración de una competitiva plantilla. La junta directiva y el cuerpo técnico tuvieron que combatir un recorte presupuestario cercano al medio millón de euros afinando en la contratación de jugadores de contrastada calidad.

La continuidad de Riera y Marco en la dirección, el conocimiento de la liga de hombres interiores como José Amador y Tim Frost o la calidad de exteriores de la talla de Jesús Castro y Francis Sánchez otorgaban una dosis de confianza y tranquilidad a una de las gradas más exigentes de la categoría. Las bases del proyecto estaban asentadas y el trabajo comenzaba.

 Las lesiones marcaron el día a día:

No le sentó nada bien la pretemporada a un Melilla Baloncesto que muy pronto comenzaría a perder efectivos. El base Joan Riera sería el primero en caer a mediados del mes de septiembre con una pequeña contractura muscular que sería tan sólo el comienzo de una temporada plagada de trabajo para los servicios médicos del club.

A los problemas del base mallorquín se unirían muy pronto las molestias de espalda de uno de los hombres de referencia en el cinco inicial, el center Tim Frost. Las constantes ausencias del pívot melillense no sólo desestabilizaron los sistemas de juego del equipo sino que obligarían a la junta a mover ficha incorporando, de manera temporal a un Ola Atoyebi que no terminaría de cuajar en los esquemas de Gonzalo García viendo cortado su contrato como temporero.

Las molestias de Jesús Castro en el gemelo, el esguince de Francis Sánchez ante el Lobe Huesca, la bursitis de José Marco ante el COB, la rotura en el pie de José Amador perdiéndose los últimos meses de temporada o los problemas de tobillo del último fichaje Andrejs Selakovs nada más llegar a Melilla fueron minando el día  a día de un equipo que no podría realizar ni un solo entrenamiento con todos sus efectivos durante toda la temporada.

 El camino se torció ante el Barça B Regal:

Una vez cosechada la primera victoria del año en la jornada inaugural ante Cáceres, el camino melillense comenzaría a torcerse ante el Barça B Regal en su segundo encuentro como locales. Unos tiros libres errados que hubiesen supuesto la segunda victoria en apenas tres jornadas llevaron a la prórroga un encuentro que volverían a tener en su mano y que se escaparía de nuevo con un estratosférico triple blaugrana sobre la bocina.

La dureza de la derrota minó la confianza de un equipo que entraría en dinámica negativa sumando hasta 7 encuentros consecutivos sin ganar con los que descenderían hasta el último puesto de la tabla. Dos victorias en los tres encuentros siguientes devolverían la esperanza a los de la Ciudad Autónoma, pero las lesiones siguieron haciendo mucho daño a una plantilla que afrontaba la recta final del curso sin el lituano Pakamanis, cuyo contrato sería cortado por motivos disciplinarios.

 La suerte se volvió esquiva en el tramo final:

A cinco jornadas para la conclusión del campeonato, y cuando todo parecía perdido, el Melilla Baloncesto devolvería la ilusión a sus aficionados con dos victorias consecutivas. El ajustado triunfo en el Javier Imbroda ante el Força Lleida y la primera victoria a domicilio de la temporada en la cancha del Ourense Baloncesto llevaban al cuadro melillense a depender de nuevo de sí mismo en el tramo final del curso donde se medirían a sus rivales directos en la permanencia.

Pero una vez más, la suerte le daría la espalda a un equipo que tiraba por la borda gran parte del terreno ganado en un encuentro en el que el Leyma Natura se llevaría la victoria más importante del curso en cancha melillense logrando incluso el average. Sin apenas margen de error, los de Gonzalo García afrontaron las dos últimas jornadas contra las cuerdas y con una única cuenta para la permanencia: vencer en sus compromisos ante Planasa Navarra y Palencia y esperar sendas derrotas del Ourense Baloncesto en sus enfrentamientos ante Leyma Natura y Planasa.

Pese a los esfuerzos de la plantilla en su última visita a Pamplona, el Planasa de Ángel Jareño no dio opción en un encuentro muy importante para ellos y en el que los melillenses confirmarían su descenso a falta de una jornada para la conclusión del campeonato.

Un adiós a todo un histórico que, a buen seguro, será tan sólo un hasta luego para un Melilla que peleará, día a día, por recuperar cuanto antes su esencia.