Artículo de Joan Cerdá a la memoria de Manel Comas

La prueba del Winston

Por Joan Cerdà en NUEVO BASKET DIGITAL
 

Recordemos a Manel como a él le gustaría. Desde la vitalidad. Desde la alegría. Desde la anécdota entrañable. Lo mejor sería reunir a sus amigos en una inmensa tertulia nocturna. Y que todos hablaran.

  A mí me gustaría recordar, preguntarle por sus trifulcas en verdinegro con Luis Miguel Santillana, sus esfuerzos para enseñar a un jugador del Mollet Sedimar que jugar de uno era hacerlo de base y de cinco, de pívot. Explicar también que hay alguna persona que no podrá devolverle el dinero que él le había prestado de forma generosa, sin hacer preguntas. Las interminables sobremesas con el baloncesto siempre como eje. Su amor por nuestro deporte. Sus inicios en el Basket Badalona, cuando la Primera B era una categoría respetada. Después llegaría el magisterio de Aíto García Reneses y su inmensa carrera.

 El recuerdo de Manel son vivencias. Pudo disfrutar de los sesenta, aquellos maravillosos años que algunos conocimos de refilón y por la experiencia de nuestros hermanos mayores. Era un espíritu libre. Era un “bon vivant” que disfrutaba de un Porsche (el coche fantástico del Granollers) cuando el resto de mortales tirábamos de utilitario. Le quedó tiempo para tocar la batería, correr algún rally y promover una discoteca en su querida Tiana para que los jóvenes de esta población, su cuartel general,  no tuvieran que desplazarse para disfrutar del ocio.

 Que yo sepa Manel solamente se arrepintió de una cosa en su vida deportiva: haber dejado el banquillo del Baskonia. Él fue la primera fase del cohete que puso a esta entidad en la órbita de la élite. Fichar por el Barcelona fue una equivocación…que sólo pudo reconocer a toro pasado.

 Dejemos para el final la anécdota del título que encabeza estas líneas. Creo que ocurrió en Oviedo, en un ya lejano 1985. En el contexto de una tertulia nocturna, Manel nos explicó cómo diferenciar el Winston de contrabando del importado por Tabacalera. Manel encendió sendos cigarrillos (contrabando y Tabacalera), los puso al rojo con unas vigorosas caladas y procedió después a separar los filtros del cilindro de tabaco. Dispuso whisky en dos vasos y arrojó un filtro en cada vaso. Si el filtro flotaba, era tabaco de contrabando (el bueno). Si el filtro se sumergía, Tabacalera al canto. ¿O era al revés? Eso poco importa ya.

 Manel amó la vida, la disfrutó como pocos. Pero la vida fue inmensamente cruel en sus últimos años. Primero la muerte de sus seres queridos. Después un inmerecido descrédito que quizás le quitó las ganas de luchar y vivir. Manel. amic! Ens ha quedat pendent un esmorzar al Casino de Tiana!