«Coraje», artículo de Cristo Hernández en su sección «La bombilla»

la bombilla

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SECCIÓN: LA BOMBILLA

AUTOR: Cristo Hernández

TÍTULO: Coraje

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El coraje es el gen que distingue a los ganadores de aquellos que se parapetan tras las insulsas murallas del conformismo. En los relatos épicos de la Antigüedad los guerreros se encomiendan a sus dioses tutelares para que les infundan el coraje y el arrojo suficientes para afrontar la lucha contra el enemigo y salir victoriosos, incluso en inferioridad de condiciones.

Un partido de baloncesto no deja de ser un combate sin cuartel durante cuarenta minutos a poco que los contendientes salten al parqué con los ánimos y la motivación suficientes. Independientemente de si uno u otro están auspiciados por los grandes dioses del Olimpo empresarial. El destino no está escrito en el reverso de un tablero de baloncesto.

El pasado domingo, sobre el terrero del Santiago Martín, el Iberostar Tenerife hizo buena aquella máxima que la lucha vernácula ha dejado grabada en el imaginario de la cultura canaria. Se enfrentaban menceyes y guanartemes con ventaja inicial para los de Tamarán según las apuestas del tagoror cestista.

Los locales llegaban al estreno de la nueva era Vidorreta con la intención de ratificar la exhibición de garra y coraje de la semana anterior en el Martín Carpena de Málaga donde el Unicaja tuvo que sortear una prórroga para ratificar su condición de favorito. Sin embargo, el Herbalife Gran Canaria trató de hacer buenos los pronósticos desde el salto inicial y cogió ventaja en el marcador ya desde el primer cuarto.

Los canariones trataban de poner tierra de por medio pero los tinerfeños supieron responder después de unos primeros minutos de desacierto en ataque, guiados por la batuta de un Javier Beirán omnipresente y merced a una férrea defensa que impedía correr a los de Aíto García Reneses como tienen costumbre.

Los vecinos se fueron al descanso con una ligera ventaja en el marcador, pero a la vuelta de vestuarios se empezó a fraguar la hazaña con un Iberostar Tenerife que respondía de inmediato a cualquier tipo de escaramuza visitante bajo el tablero aurinegro. Los minutos que estaba en cancha, el joven Petit Niang se erigía como una muralla inexpugnable para los espigados pivotes de la isla de enfrente.

El último cuarto corroboró la hombrada. El Herbalife apenas logró anotar una decena de puntos. Los tinerfeños se hacían con el mando del partido en su parte final a pesar de la cadena de desaciertos por ambos bandos, a los que se unieron los árbitros parando el partido en varias ocasiones, una de ellas para dar validez a un triple de Davin White que en la repetición se ve claramente que es tal.

En este tipo de epílogos los aurinegros suelen desenvolverse bien y la victoria volvió a quedarse en el lado de Achinech, dando por zanjada la racha de cinco derrotas consecutivas que ya empezaba a inquietar a más de uno.

Pero ahí aparecieron la garra y el coraje de un equipo que ha tenido que reinventarse a sí mismo para recuperar su identidad. Ahí aparecieron la garra y el coraje de un entrenador comunicativo con el banquillo y la grada, un Txus Vidorreta que ha dejado claro que actuará de médium entre los suyos y los otros.

Ahí aparecieron la garra y el coraje de una afición tinerfeña que sabe de baloncesto y que se resiste a actuar de comparsa de nadie que no se lo merezca: ni de árbitros, ni de jugadores ni de directivos que no estén a la altura de su compromiso.

Los derbis canarios pasarán a la historia por su naturaleza imprevisible, por la tensión constante sobre el parqué y las gradas, por la emoción a raudales y por la rivalidad siempre a flor de piel de dos islas rivales pero hermanas. Por eso hoy sobran las estadísticas.

¡Vamos, Canarias!