Los de "no" a todo se han empeñado en destruir la isla de Tenerife, sus instituciones, su estructura social y su legítimo deseo de progreso.

Son los nuevos progres de andar insustancial que no tienen ni programa, ni ideas, sino un terrible afán destructivo. El gandulismo les puede y son incapaces de desarrollar otro proyecto que no sea el "no" por el "no". El oponerse a todo, en suma. Con tal de no dar clavo.

Si esta caterva de indomables sin estilo viviera en la isla de enfrente ya los habrían tirado por la punta del muelle, por imbéciles. Esta expresión, esta metáfora, se ha aplicado históricamente al godo, cuando el canario está harto de él.

Los del "no" a todo están atizados por cuatro o cinco enaltecedores de la algarada. Todo lo basan en plataformas trasnochadas, que recuerdan a una Transición ya superada, por fortuna, con el esfuerzo de tanta gente. Esta pandilla de marginales se refugia bajo el paraguas del anti sistema para ponerlo todo a caer de un burro, para oponerse a todo, para tener el "no" como una bandera absurda y sin futuro.

Hay que resaltar que algunas personas sin la suficiente información caen en la trampa y en la mentira de estos profesionales de la agitación. En vez de construir, destruyen. Destruyen hasta las voluntades de los que desean una ciudad y una isla en paz, en convivencia y en libertad. No dudan en acudir a la violencia (como el otro día, ante el Ayuntamiento de Santa Cruz) con tal de hacerse oír. No tienen moral. No reparan en medios. Son capaces de aplaudir cuando alguien anuncia que un desalmado ha colocado una bomba en el salón de sesiones. No tienen educación, ni respeto a la institución. Son marginales y anti sociales, pero capaces de arrastrar a personas decentes que buscan defender sus intereses porque nadie los atiende. O que no tienen información de lo que están atacando.

Han nacido y proliferado estos anti sociales en nuestra isla. No decimos que todos los que se manifiestan por una causa justa lo sean, líbrenos el cielo. Que aquí la libertad es sagrada. Lo decimos por quienes agitan la olla y luego ponen la mano, los que manejan la comparsa sin escrúpulos. Por esos vestidos de negro como su propia suerte. Los que han venido con un objetivo claro: cargárselo todo, desde la Isla a sus instituciones, sus zonas de ocio, sus costumbres pacíficas. E imponer la algarada como norma y guía de los ciudadanos.

Qué pena nos dan estos desalmados. Porque en vez de construir, destruyen. Destruyen todo lo que encuentran a su paso con un "no" a todo.