HAY UNA TIRA de Mafalda en la que Felipe y Manolito contestan a Mafalda a su pregunta de hacia dónde va el mundo, que hacia delante, por supuesto. El problema surge cuando cada uno apunta en una dirección distinta. Eso mismo es lo que pasa en Canarias, con su situación social y política.

La mirada hacia delante, hacia el progreso, está desviada continuamente hacia unos referentes equivocados. La visión estrábica de nuestros gobernantes, tanto a nivel autonómico como local, deja siempre un ojo mirando a ver lo que están haciendo en otro lado. De este modo, las islas menores siempre se comparan negativamente con las mayores, las mayores se comparan negativamente entre ellas, y todas miran siempre de reojo a la España peninsular. Por eso nunca terminan de tener claro hacia dónde es hacia adelante.

Entre otras cosas sería interesante comprobar si estos referentes que buscan continuamente nuestros gobernantes son adecuados. Por supuesto, no se puede esperar que islas pobladas por menos de 100.000 habitantes, y con unos sectores productivos completamente diferentes a las islas más pobladas, quieran acogerse a los beneficios que conlleva la sobrepoblación en materia de servicios de estas últimas, pero sin adquirir sus vicios. Cuando la especulación inmobiliaria ha destrozado el litoral de Tenerife, y el de Gran Canaria (darse una vuelta entre Mogán y Puerto Rico es sobrecogedor), las islas menores no han pedido el mismo trato antinatural.

De igual modo, la competencia entre las islas capitalinas lleva continuamente a situaciones rocambolescas, como la duplicidad de universidades, o la doble capitalidad, cuestión esta que, curiosamente, parece que es una carga en lugar de un beneficio, pues hay un apartado siempre en los Presupuestos Autonómicos para compensar a las dos capitales el gasto que supone el serlo, pese a lo cual ninguna renuncia a esa carga. En la misma línea, si en una de las islas piensan que sería conveniente ampliar las pistas del aeropuerto, en la otra es inmediatamente mucho más necesario, si en una de ellas hace falta un nuevo puerto industrial, en la otra lo necesitan el doble de grande, si en una se piensa en poner tren, en la otra tres trenes. En definitiva, el grano que le sale a una de las islas lo quieren rascar los gobernantes de la otra, dando la impresión de que en estas islas los políticos buscan el progreso a simples golpes de envidia, convirtiéndose el "pues lo mío es más grande" en el argumento de progreso, sin pararse a pensar si tal vez se pudiera tener una idea mejor.

Por último, siempre tenemos a la España peninsular como referente, en particular a su Gobierno, causante al parecer de los principales males de las islas. Si las lluvias torrenciales causan destrozos, no es por que la planificación insular sea un desastre, sino porque la Aemet no nos avisa en qué casa va a entrar la lluvia. Si la sanidad canaria es un caos y soporta las listas de espera más largas de España, no es por una mala gestión, sino porque hay una deuda económica desde el Gobierno español (la financiación autonómica es una partida común, es cada Comunidad Autónoma quien debe de saber cómo administrar en sus distintas áreas competenciales). Si la educación en Canarias está en los peores puestos de los informes PISA, también es culpa del Gobierno español, a pesar de que las competencias educativas llevan más de una década en Canarias, haciendo especial hincapié en la cultura identitaria. De este modo, al igual que los hermanos Castro en Cuba se refugian de todos los males bajo el paraguas del bloqueo, aquí en Canarias las distintas administraciones se protegen bajo el paraguas del Gobierno español, que según ellos nos infravalora, pero sin contarnos, porque no les interesa, que gracias al REF somos la tercera Comunidad Autónoma en financiación por habitante.

Así las cosas, tal vez sería bueno que los ciudadanos empezáramos a mirar todos hacia el mismo lado, hacia adelante, para ver si los gobernantes, viendo el espectáculo, les da por mirar en la misma dirección. Así, tal vez, Canarias avanzará como nunca en su historia, porque no hay nada mejor para avanzar que saber hacia dónde dirigirse.