OCURRIÓ en una ciudad del Norte de Tenerife. Un joven conductor es interpelado por un guardia municipal porque no lleva el cinturón de seguridad. El chico le explica que acaba de subirse al coche y que va a aparcar unos metros más allá. El guardia le dice que su obligación es ponérselo y que lo haga cuanto antes. El chico le responde, de forma cariñosa: "Gracias, niño". Eso de "gracias, niño" es una forma amable de hablar, además muy usual en el pueblo donde se producen los hechos.

El gendarme, joven igualmente, sigue insistiendo, en plan jodelón: "¿Cómo que gracias, niño? Yo soy un agente de la autoridad. ¡Documentación!". El joven conductor le entrega todos los papeles y el guardia extiende la multa. 150 euros. El joven le indica que no pretendió ofenderle sino que eso de "gracias, niño" es puro lenguaje coloquial, una forma verbal usada en Canarias para mostrar agradecimiento por este consejo de que se pusiera el cinturón. "Pues yo no soy canario", añade el agente, "y como no soy canario esas expresiones no las entiendo". El conductor se cabrea y le dice que no firma la multa, que va a recurrirla y que es injusta. El guardia se pone aún más chulo, aunque la cosa no llega más lejos y se acaba la discusión, no sin antes el gendarme amenazar con denunciar al joven por desacato, cuando me parece que el delito de desacato a la autoridad (por lo menos a los jueces) ya no figura en el Código Penal. Si no me equivoco.

¿Existe una Academia de la Policía? Al margen de que seguramente nos entenderemos mejor con un agente canario, o con un peninsular que no sea godo, la chulería de algunos personajes que se ven con una placa en la mano es tremenda. Se creen pequeños dioses porque tienen eso que llaman presunción legal de certeza. La mayoría es buena gente y cumple con su trabajo. La amonestación de este personaje al conductor se hubiera zanjado con la orden de ponerse el cinturón y con una cariñosa admonición; y no con tanta mala leche.

Los alcaldes deberían dar instrucciones a sus plantillas policiales para que extremen el buen trato a una sociedad azotada por la crisis y por una época económica brutalmente dura. Si nos ponemos a hacer caja a causa de los cinturones de seguridad, mal asunto. Al margen de que es obligatorio su uso, hay muchas formas de mantener el respeto e incluso la legalidad. De nada, niño.