Cruz Roja tiene en la isla de Tenerife un recurso muy especial: un piso de acogida para mujeres inmigrantes embarazadas o con hijos menores. En la actualidad acoge a dos unidades familiares, con un total de siete miembros, pero la infraestructura está preparada para albergar a seis familias.

Las dos madres que ahora comparten piso son muy distintas entre sí, pero tienen una semejanza. Se trata de dos mujeres extranjeras víctimas de violencia de género, que han conseguido el permiso de residencia en España después de que el juez dictara sentencia firme contra el maltratador.

Cruz Roja ha podido llevar a cabo este proyecto porque la empresa tinerfeña Juan Bordón ha aportado 50.000 euros para convertir un local destartalado en un hogar acogedor, con las paredes pintadas de vivos colores, los sanitarios y la cocina de material nuevo, además de unos muebles funcionales y modernos.

Por razones obvias, no podemos informar del lugar donde se encuentra esta casa. Sin embargo, este periódico ha podido compartir unas horas con las personas que viven en ese hogar.

Una de las cuidadoras, Lorena Arteaga, manifestó que ahora sólo hay cinco menores de edad, pero ella ha trabajado en otros recursos donde se encontraban hasta once niños y cinco mujeres.

Arteaga puso de manifiesto que el perfil de las mujeres extranjeras acogidas por Cruz Roja ha cambiado. Han disminuido las africanas, procedentes de los cayucos, entre las que figuraban algunas solicitantes de asilo, para pasar a ser una mayoría de países sudamericanos.

La estancia máxima para permanecer en este recurso alojativo es de seis meses y las mujeres reciben una atención exquisita en esta primera acogida, mientras resuelven su situación jurídica y legal, para poder encontrar su futuro.

Mientras permanecen en el hogar de Cruz Roja, el régimen que se sigue es el más parecido a una casa normal, donde se vive un horario de comidas o de limpieza, además de turnos para hacer la comida para todos y un férreo control sobre la televisión.

Las cuidadoras de Cruz Roja se encargan también de orientar a las madres para que no descuiden la educación de sus hijos, a pesar de que estén atravesando un período difícil en su vida.

La casa cuenta con material escolar para ayudar a los pequeños en la realización de sus tareas.

Durante los fines de semana también se llevan a cabo actividades lúdicas con los menores, siempre acompañados por sus madres.

Entre las deficiencias que se ponen de manifiesto en este tipo de hogares es lo que se denomina "pobreza cultural", que se combate con educación por parte de las educadoras, teniendo en cuenta que las mujeres proceden de países distintos, con costumbres dispares.

La otra educadora responsable de Cruz Roja, Eva del Pino, controlaba con celo el cierre de algunas dependencias y vigilaba que todo estuviera en orden.

Después de comer, los bebés inician la siesta y las madres recogen el comedor, antes de retirarse con sus hijos.

Una de las usuarias, de un país extracomunitario, relata brevemente la odisea que ha vivido durante los dos años que lleva en las Islas. Llegó a Canarias, embarazada, en compañía del que era su marido, ambos con un visado de turista y la intención de buscar trabajo para lograr un futuro.

Pero, los planes no salieron como ella había pensado y, a los pocos meses de llegar se encontró tirada en la calle y con un bebé a su cargo. Fue víctima de malos tratos y acudió a los servicios sociales del ayuntamiento en el que vivía. Gracias a este departamento ha logrado del Gobierno central la Renta Activa de Inserción (RAI), una paga mensual de once meses, que se puede renovar hasta tres años y también cuenta con una plaza en una guardería pública.

Además, Extranjería le ha concedido el permiso de residencia y trabajo, por su condición de maltratada. Ahora, sólo le falta encontrar trabajo para poder independizarse de Cruz Roja, entidad a la que agradece la ayuda que recibe "y que me haya apoyado cuando más lo necesitaba". Esta mujer tiene sus "momentos bajos" y sus "depresiones". Está en un país extraño, donde no cuenta con ningún familiar y ha encontrado en Cruz Roja no sólo un techo, sino lo más parecido a un hogar.

La otra mujer manifiesta que lleva seis años en Canarias, donde ha sufrido "como nunca".

Ha tenido que trabajar en la economía sumergida "y la señora me despidió por estar embarazada", aseguró esta madre de cuatro hijos menores, que llegó con un visado de turista, pero con la intención de trabajar. También ha logrado la residencia por ser maltratada, pero Extranjería no le ha concedido permiso de trabajo y se está planteando volver a su país de origen.

Su hija mayor está cansada de cambiar de casa, de colegio y de amigos. Está en la adolescencia y no lleva bien la situación.

"Yo venía buscando un futuro para mis hijos y me vuelvo sin nada", afirma con mucha pena.