SERÍA una pena que los gamberros de pincel fácil estropearan con su sopa de letras infame las paredes de la nueva vía de penetración por el barranco de Santos. Esta obra es clave para Santa Cruz y estéticamente nos parece una maravilla. Si los grafiteros siguen sin respetar el patrimonio de todos, a lo mejor hay que endurecer las penas para quien lo daña; o puede que haya que insistir en los colegios en las clases de educación, ya que los padres son incapaces de impartirlas en sus casas.

Qué pena que los brutos usuarios de la pintura hagan cisco los muros de piedra, los nuevos bancos, las escaleras mecánicas, los paseos e incluso el firme de la vía. Con lo que ha costado esa obra, que es el orgullo de la ciudad, y con lo fácil que resulta destruirla, como han destruido los rincones más bellos de Santa Cruz.

Los incívicos ni siquiera respetan las esculturas de los mejores artistas del mundo que se encuentran en las calles y en las carreteras de Santa Cruz, incluidas "El guerrero", de Henry Moore, y el Muñeco de Nieve, de Giri J. Dokoupil.

Del recorrido de la nueva vía se deduce que será clave en las comunicaciones entre la zona baja y la zona alta de la ciudad. Una vía rápida y de trazado muy fácil, de accesos cuidados y de arquitectura casi futurista. O sin casi.

Las ciudades se respetan y se cuidan. Porque de lo contrario llegaría el caos. A los santacruceros les cuesta mucho dinero de sus impuestos municipales la limpieza de pintadas y otros desmanes contra el mobiliario urbano. Los castigos para quienes lo dañan son muy leves; los culpables entran por una puerta de los juzgados y salen por otra. Queremos decir que no hay leyes adecuadas para castigarlos; ni existe la voluntad en los jueces para aplicar castigos ejemplares; ni tampoco la policía, ocupada en otras cosas, utiliza su sabiduría contra la delincuencia para trincarlos in fraganti. Los desalmados actúan a sus anchas y lo dejan todo perdido en un plis plas.

Ojalá nos equivoquemos, pero al final del verano las nuevas paredes hermosas de la ciudad estarán hechas un asco y no habrá ningún detenido por ello. Ni siquiera los gamberros, sino los ciudadanos inocentes, pagarán los gastos del arreglo, que muchas veces se limita a pintar encima de los grafitos con pintura negra. Una solución igualmente desalmada.

Una cosa es ser un ácrata, otra utilizar la pared como medio para enviar mensajes a la novia o dibujar obscenidades y otra una modalidad de pintura -el propio grafiti- considerado como arte. Arte puede ser, pero en su sitio. En lugares adecuados y consentidos, no sobre el patrimonio, el carísimo patrimonio de Santa Cruz.