La experiencia de más de 40 padres que han perdido a sus hijos ha sido analizada por el antropólogo y profesor de Enfermería Alfonso García en "Vivir el duelo", una obra que revela aspectos como que todos los padres creen haberse convertido en mejores personas tras el dolor de la pérdida.

"Vivir el duelo. La experiencia de perder un hijo" incorpora parte de los resultados de la tesis de Alfonso García, que leyó en junio de 2010 y que investiga "El significado de perder un hijo: la construcción discursiva del duelo de padres y madres", según explica su autor en una entrevista a Efe.

Alfonso García, que es presidente de la Sociedad Española e Internacional de Tanatología, detalla que muchos de los testimonios recogidos en la obra proceden de participantes en el grupo de duelo para padres que han perdido hijos "Para siempre en el corazón", que se creó en el Hospital Universitario de Canarias en febrero de 2007.

Al crear el grupo la intención era que los padres "pudieran contar lo que sentían, sentirse comprendidos, expresar el proceso de duelo, su vivencia de la pérdida".

Alfonso García, que es director académico del máster en cuidados al final de la vida de la Universidad de La Laguna, señala que en la obra se genera "un hilo común" entre los padres que han tenido esta experiencia y que cuentan su historia en primera persona.

Al principio los padres muestran un dolor intenso y un discurso "difícil, de mucho llanto y pocas palabras", hasta que logran darle coherencia y pueden compartir la experiencia.

Son las madres las que con el tiempo elaboran mejor su discurso, mientras que los padres muestran menos emociones y sentimientos.

Habitualmente los hombres "intelectualizan" la pérdida, prestan apoyo, intentan buscar soluciones y "pasar de puntillas sobre el dolor", mientras que las mujeres intentan buscar el significado de la pérdida desde lo emocional.

De hecho, revela Alfonso García, hay una diferencia "brutal" entre padres y madres en cómo viven los espacios relacionados con su hijo, pues mientras los hombres los evitan, las mujeres "se zambullen" en todo lo que estimule su recuerdo, como mantener intacta su habitación.

En lo que coincidieron todos los participantes en el grupo de duelo es en considerar que, tras recuperarse de la pérdida, se convirtieron en personas más justas, en no soportar las idioteces o lo banal, cuidar a sus otros hijos y amigos de manera excepcional y delimitar lo valioso de la vida porque "han aprendido en carne propia lo más importante: que la vida es finita".

En la obra se abordan elementos novedosos sobre cómo los padres afrontan la pérdida en cinco grandes fases que comienzan con el morir y la muerte, con cuestiones como las premoniciones y presagios, el mal y la culpabilidad y los últimos momentos del hijo.

También se aborda "el duelo reciente", es decir, el dolor, la ira, la rabia y la culpa y el resto de emociones que genera la pérdida, como la incredulidad, la añoranza, la sensación de injusticia, el vacío y cómo reaccionan los padres ante la imagen y el cuerpo del hijo muerto.

"En el dolor" trata sobre la vinculación con los objetos del hijo fallecido y los rituales, como la construcción de altares o hitos en las carreteras, capillas y la visita al cementerio.

Asimismo en "A lo largo del dolor" se abordan los cambios en las relaciones familiares y sociales, mientras que en la fase de "apertura a nuevos significados en sus vidas" se habla de cómo los padres se "comunican" con el hijo, cómo detectan su presencia, reviven la relación, sueñan o anhelan su presencia.

Al respecto, Alfonso García, que es profesor del Departamento de Enfermería de la Universidad de La Laguna, indica que hay padres que guardan en el teléfono móvil la imagen de una ecografía de un bebé fallecido, madres que portan el gorro del hijo o que conservan sus recuerdos en una caja.

"Lo que los padres hacen es aceptar que su hijo ha muerto pero no quieren permitir que se les olvide, porque la sociedad a veces prohíbe, o no tolera, la expresión del duelo ante una pérdida tan importante", subraya Alfonso García, quien precisa que casi todas las sociedades occidentales han dejado a un margen "el entendimiento, la pedagogía de la muerte".

De hecho, para muchos padres los hijos fallecidos pasan a ser "guías o ángeles" -una forma de continuar el vínculo- que "ayudan" en épocas de dificultad, crisis o enfermedad.

Un elemento común a los padres es que, cuando fue posible, todos quisieron compartir los últimos momentos del hijo, algo que también percibió Alfonso García en México, donde se reunió con madres que perdieron a hijos y que quisieron despedirse de ellos y tenerlos en brazos.

Esto también era así incluso aunque despedirse implicaba tener imágenes que las torturaban, como cuando los hijos habían muerto asesinados en "balaceras".

Alfonso García relata que en Canarias fallecen al año unas 250 personas menores de 25 años, el doble de hombres que de mujeres, y ha estudiado casos de muerte por suicidio, accidentes, infecciones, leucemia, meningitis, enfermedades crónicas degenerativas o durante la gestación.