No CONTEMPLAMOS otra idea que no sea que como mínimo el 80% de nuestra gente no disfrute en el pensamiento de considerarse soberanista, deseo que cualquier territorio colonizado por muy pequeño que sea no piense en su libertad. Decir libertad... es tan grande su significado que particularmente sostenemos que en nuestro idioma, así como en las demás lenguas existentes en el globo, no sería superado por la belleza -también bonita palabra-, por la belleza, reiteramos, y que es el atributo más extenso para una persona o país sentirse liberado de toda atadura. Estamos abocados a solicitar ahorita de España que nos devuelva nuestro terruño vilmente usurpado a nuestros antepasados, padres de nuestros hijos y descendientes, nosotros que somos los únicos y verdaderos amos de nuestra tierra canaria.

Abundan cantidades de compatriotas -por otra parte buena gente- que temen que fracasemos como nación, ya que nos comentan que Canarias no dispone de los recursos naturales y humanos para enfrentarnos a esa cordillera de necesidades que son ineludibles para el sostenimiento de un país. Estas personas ingenuas que no valoran la riqueza de su tierra suelen ser, fundamentalmente, funcionarios públicos, profesionales en todos los sectores, catedráticos, docentes y, cómo no, las personas mayores que, temerosos de su paga de jubilación, no las tienen todas consigo.

Sin embargo, los mayores opositores son los políticos de casi todas las ideologías; a estos señores reacios a nuestra libertad les recordamos que cuando consigamos ser nación nada ni nadie les prohibirá seguir, si es que lo consiguen y si son competentes para presentarse en futuros partidos políticos de nuestro país, el cual se convertirá en República de Canarias, con idioma oficial español, aconfesional, laico, donde habrá libertad ideológica tanto religiosa como política representada por aquellos partidos que reúnan las normas dictadas por nuestra Constitución, que arropada de democracia y tolerancia, valores fundamentales que debemos aportar para el buen desarrollo de nación y que ese fruto sea compartido para siempre por los hijos de nuestros hijos en este edén que son las Islas Canarias.

Un tanto conocedores de la idiosincrasia entre los pobladores de las siete islas -por cierto susceptibles sobre todo en las más pobladas-, sería honestamente posible que el primer presidente de nuestra nación -puede ser una utopía, ¡pero quién sabe!- sea originario de El Hierro por ser la isla más pequeña. Debe ser persona preparada intelectualmente, políglota, de profesión liberal con ciertos conocimientos de historia, economía y algún entendimiento de política y, como complemento (por pedir...), si fuese una dama se convertiría simbólicamente en madre que aglutinase a todos los canarios presentes y ausentes, evitando en lo posible futuros enfrentamientos entre islas, lo que favorecería la tan anhelada independencia del Archipiélago canario.