LA TIERRA será del viento, pero las autonomías de España están heridas de muerte. Son demasiado caras para el Estado, dicen los estatalistas. A las autonomías les han salido enemigos peligrosos. Y lo malo es que Adolfo Suárez, su padre, en el limbo como está, no puede venir en su auxilio, tanto como nos costaron: tantos sudores y tantas lágrimas y tantos muertos de la Transición.

Heridas de muerte porque entre todos nos las hemos cargado. Un gasto brutal, un brutal número de funcionarios, un despilfarro lujurioso y sin tino, unas competencias triplicadas absurdamente y una burocracia que ha sido su verdugo. Sin esta burocracia de locos las autonomías podrían haber subsistido, con el Senado como paraguas general y con el sentido común como bandera. Hay autonomías condenadas al deceso más vil porque ya no existe el río de oro que las alimentaba y su España, la España de ellas, ha pasado de rica a pobre.

A Canarias la autonomía se le ha quedado antigua, porque estas Islas tienen que ser, más pronto que tarde, independientes de España. Es su sino, no queda otra. En este momento, España nos perturba y nos perjudica. No nos deja vivir. Canarias ha sido siempre la hermana pobre del Estado desigual y torpe que ha ignorado, adrede, a estas islas demasiado lejanas para ser peligrosas. A España sólo le interesaron las Islas cuando el MPAIAC y Radio Canarias Libre desde Argel. Entonces se cagaron en Madrid y empezaron a mandar ministros para que los canarios estuviéramos más arropados por la Administración central. Cuando Cubillo regresó a su patria siguieron los olvidos.

Pero, Canarias aparte, las autonomías españolas, la descentralización acometida por Suárez, por Tarradellas, por Garaicoechea, por Pujol, por Fraga, por viejos líderes regionales hoy en los ochenta o en la tumba, parece que toca a su fin. El Estado reclama competencias bajo la bandera de la unidad de España. El PSOE ha usado las autonomías para mantenerse en el poder, prometiendo y no dando. El PP tendrá que tomar medidas sobre el gasto desmesurado de las regiones.

Canarias no debería entrar en el paquete. Estamos lejos y somos diferentes. Nuestra meta inmediata es valernos por nosotros mismos, gobernarnos a nosotros mismos, dictar nuestras propias leyes en nuestro propio Parlamento, tener nuestros propios jueces, nuestros propios funcionarios y establecer nuestras propias normas demográficas, en nuestra condición de territorio reducido y que debe ser equilibrado poblacionalmente. Es decir, que aquella cosa del dispendio autonómico no debe ir con nosotros. Allá ellos. No nos pidan solidaridad con quienes no la merecen.