Las generalizaciones siempre son injustas, pero todos los indicios apuntan a que la mayoría de los alumnos de la Universidad de La Laguna (ULL) estudia "para escapar". Lo hacen aquellos sin un desarrollo vocacional maduro -los que no tienen claras sus aspiraciones profesionales y hacen elecciones poco realistas y menos consecuentes con sus intereses-, pero también los que presentan una mayor madurez en este aspecto.

Los primeros optan por estrategias de aprendizaje "superficiales", mientras que los segundos combinan éstas con las profundas: tratan de ir más allá del simple día a día y extraer alguna utilidad para el futuro, pero ante las exigencias inmediatas optan por adaptarse únicamente a lo que pide el profesor para tener garantizado el aprobado.

Así se deduce de los resultados de un trabajo del Equipo de Investigación Relacionado con Sistemas de Orientación (Eriso) de la ULL, que ha analizado el comportamiento frente al estudio de casi 500 alumnos en función de su grado de motivación vocacional. La conclusión es clara: los alumnos "superficiales" emplean estrategias asimismo superficiales, en tanto que los alumnos con motivaciones profundas son más "estratégicos". Los métodos profundos "puros", por lo tanto, casi no se dan entre el estudiantado de la institución académica tinerfeña.

Las explicaciones son varias. Una de ellas es la que tiene que ver con las metodologías docentes. Los profesores siguen utilizando métodos "clásicos", basados más en la enseñanza de contenidos que de competencias. Pero no siempre es su responsabilidad. Lidia Cabrera, una de las componentes de Eriso, sostiene que, para que el cambio sea posible, se requieren grupos pequeños. "La convergencia europea -el conocido como Plan Bolonia- prevé un seguimiento del trabajo de los estudiantes y exige un feed back continuo. Y un profesor, aunque solo se dedique a la docencia, no puede hacerlo en grupos de 60 o 100 alumnos".

En este sentido, Cabrera denuncia que, tal como se está aplicando en la Universidad de La Laguna, Bolonia es "una mentira, un timo". Por ello, cree que "no se puede culpar al profesor". De hecho, esta investigadora -también vicedecana de la Facultad de Educación- afirma que en la ULL hay "una buena plantilla de docentes que se esfuerzan por formarse".

Según los miembros del grupo, la convergencia universitaria con Europa solo está funcionando desde el punto de vista administrativo -procedimientos, movilidad, transferencia de créditos-, pero no en el cambio de metodología de aprendizaje, que debería favorecer el trabajo autónomo de los alumnos y el seguimiento y evaluación por parte del profesorado. "Así no se puede hacer", sentencia Cabrera.

La situación no es tan negativa en titulaciones con bajo alumnado, pero en aquellas que, como Psicología o las que imparte la Facultad de Educación, tienen una elevada demanda y no hay límite de plazas, los grupos pueden alcanzar los cien. Y la normativa de la ULL en este aspecto es clara, diga lo que diga Bolonia respecto a la necesidad de grupos pequeños: habrá desdobles en los grupos teóricos cuando superen los 120 estudiantes, y en los prácticos cuando pasen de cincuenta. "¿Cómo puedes hacer una práctica con cincuenta alumnos?", se pregunta Cabrera.

Una situación "caótica"

La estructura "caótica" de la enseñanza universitaria y de sus planes de estudio es otro factor, agrega José Tomás Bethencourt, director del grupo Eriso. "Cada cuatrimestre hay de forma simultánea una cantidad de exigencias procedente de multitud de profesores y asignaturas", observa Bethencourt, quien opina que esta situación "fuerza a los estudiantes con motivaciones profundas a combinar las estrategias profundas con las superficiales".

En este punto, Lidia Cabrera advierte de que no se debe liberar al alumno de toda la responsabilidad. Los estudiantes, puntualiza, quieren "resolver el problema presente" sin preocuparse por el futuro, algo que entronca con el "hedonismo" que, a su juicio, caracteriza a la juventud. "No es solo por el contexto: estamos ante chicos cómodos que hacen lo que les piden y nada más, aunque tengan una motivación profunda. Predomina la ley del mínimo esfuerzo", reflexiona.