SOLO con el cartel del 50% ha comenzado a reaccionar el público ante las rebajas de verano. O se inventan nuevas fórmulas o las rebajas tradicionales van a fenecer, víctimas de su falta de propuestas. Con un país empobrecido y un consumo retraído, nos da la impresión de que la fórmula se ha quedado vieja.

Los comerciantes del centro de Santa Cruz están probando de todo, hasta llevar música a las calles, una medida por cierto interesante, que alguna vez habíamos pedido desde aquí. Nos dicen en algunos comercios que la aparición de los cantores y tocadores es directamente proporcional a la afluencia de clientes en sus establecimientos; es decir, que parece bueno que cunda la idea.

Santa Cruz ha perdido su ocio, el diurno y el nocturno. Posiblemente estemos ante la ciudad más aburrida del Atlántico. Esto no es normal para una capital marítima, acostumbrada a recibir visitantes y tan amiga como fue siempre del jolgorio ciudadano. Pues, no. Ni terrazas de verano ni mesas en los paseos ni ambiente festivo. Por no tener no tiene ni top manta, con lo que eso entretiene. Tan solo la calle de La Noria resiste los embates del aburrimiento y el tedio; y eso los fines de semana, porque los demás días es un perfecto muerto.

Y, además, los propietarios de los locales de La Noria han olvidado eso de la publicidad. Nadie hace reclamos para motivar a la gente. Parece como si se lo dejaran todo al ayuntamiento, que no mueve ni una uña. Un desastre total y absoluto.

No hay fórmulas magistrales para devolver a Santa Cruz el ocio perdido. Tendremos que ponernos todos a pensar, pero no dejarlo para más adelante, sino para ahora mismo. El centro de la ciudad tiene unas características comerciales definidas: comercios pequeños, franquicias interesantes, boutiques de buen gusto. Pero tampoco se promocionan. Lo dejan todo al albur. A la posibilidad de que lleguen los clientes y se metan dentro. No existe coordinación con las consignatarias de los grandes cruceros, ni con los excelentes hoteles del Sur para que la gente venga a la capital. Parecen mundos diferentes en una isla pequeña como la nuestra.

Todo esto es salvable todavía, pero aquí nos hemos acostumbrado a rascarnos la barriga, incluso en una época de crisis patológica como la que estamos viviendo. Es preciso reaccionar. Es preciso superar el tedio y el carácter acomodaticio de nuestros comerciantes. Hay que hacer un intento definitivo para rescatar las ventas, el ocio y las propuestas de entretenimiento.