Es historia viva y recuerda hasta los más mínimos detalles. Fue la primera persona que se encargó de hacer el seguimiento y recabar los datos del primer sismógrafo que se instaló en El Hierro durante más de veinte años. Asegura "estar preocupada pero tranquila", deseando pasar esto con sus vecinos, porque "se siente muy herreña" y rechazando invitaciones de algunos amigos que, desde Salamanca, la han invitado a irse unos días ante la situación de alarma que ha generado las noticias publicadas en el resto del territorio nacional.

Agripina Barrera Padrón tiene aspecto dulce, habla de forma pausada y es un pozo de sabiduría. Durante casi veinte años fue la encargada de realizar las tareas de observación y seguimiento del único sismógrafo que había en la Isla, un aparato que primero estuvo ubicado en la zona del Lomito, muy cerca de su residencia habitual, luego trasladaron al Mocanal y finalmente al Parador insular.

Ya jubilada, Agripina asiste con sumo interés, una buena dosis de tranquilidad y algo de expectación a los acontecimientos que giran en torno a la cadena de movimientos sísmicos.

Esta mujer pequeña y delgada explica cómo aquel único aparato arrojaba datos que "no le duraban" más allá de las catorce horas y "si ocurría algo, tenía que informar rápidamente", en la última etapa, por radio.

En su mente atesora todos los detalles del trabajo realizado y la observación que hizo en 1971 sobre el inicio de la erupción del volcán Teneguía, en La Palma, o de aquel otro terremoto de 5,4 grados que se produjo en Tenerife en 1989 y que se apreciaba porque la "plumilla se volvió loca" y la actividad se presentó como un "gran borrón" sobre papel del rodillo del sismómetro.