EL PRESIDENTE Hugo Rafael Chávez Frías se muere. Lo dicen los informes secretos USA, desvelados por The Wall Street Journal y por el diario español ABC. Sometido a los cuidados de la medicina tradicional china y de los chamanes brasileños, la salud de Chávez se halla proa al marisco y sus propios médicos no le dan más de un año de vida. Además, lo están atiborrando a productos para que parezca sano, lo que no hace otra cosa que disminuir sus posibilidades de vida.

No nos alegramos, naturalmente, de su enfermedad. Por supuesto que no. Ojalá que Chávez, como cualquier ser humano, dure muchos años, pero no como presidente de la entrañable Venezuela, que merece un Gobierno sensato, un presidente cabal y un futuro mejor -aunque al parecer corto- que el que le espera con este hombre en el poder,

El chavismo puede ser también la crónica universal de la horterada. La alocada política de este hombre mesiánico y torturado ha puesto en el disparadero a su país. Un país rico, con un potencial humano extraordinario, que un día fue el padre de la democracia en Iberoamérica. Padres de la patria como Rómulo, Caldera, Carlos Andrés, Larrazábal y otros fueron líderes indiscutibles en la América de habla hispana. Pero no líderes carismáticos de la algarada, el sectarismo y el "cubanismo", sino personas formadas que amaban la democracia y la pregonaban.

Chávez se entregó a los brazos de Fidel, de una manera absurda y extemporánea. Fue, en sus inicios, una esperanza. Sufrió prisión, dio y superó golpes de Estado, algunos tan bufos como la asonada de Carmona Estanga, y se labró el calor de su pueblo para luego derrotar hacia un socialismo ramplón y fuera de época, que no pega ni con cola en una democracia consolidada como es la de Venezuela.

Chávez se cargó la Asamblea Nacional -el Parlamento- e impuso -e impone- su ley en bufos programas de televisión de nueve horas de duración, al más puro estilo castrista, donde ejerce la demagogia y la dictadura pachanguera. No le gustan los judíos y los expropia. No le gusta la Coca-Cola y cierra sus plantas. No le gustan las grandes propiedades y las invade.

Se ha cargado asimismo el sistema judicial y ahí está el encarcelamiento de la jueza Afiuni, recluida entre ratas porque liberó a un empresario que había tenido relaciones con una hija del presidente. Venezuela es hoy un disparate y Chávez, al parecer, no va a tener tiempo de cambiar de política. Su pueblo, y es una pena, no aprendió nunca a decir "¿por qué no te callas?".