EN LAS ELECCIONES al Parlamento de Canarias de 2011, CC había prometido al PNC un puesto de salida, que sería ocupado por el líder de esta histórica organización, Juan Manuel García Ramos. Pero el pacto posterior de CC con el CCN desplazó las expectativas del PNC hasta el puesto número nueve de la lista de los aliados en la asamblea legislativa canaria.

No obstante, Paulino Rivero en persona se comprometió con el líder del PNC, y hasta con el presidente del CCN, Nacho González, que fue notificado sobre el asunto, a producir un corrimiento posterior de la lista, para que José Miguel González Hernández, el veterano parlamentario de CC, fuera nombrado presidente de la Audiencia de Cuentas. En ese momento entraría en la cámara Juan Manuel García Ramos. Esta era, repetimos, la promesa de Paulino Rivero al PNC.

José Miguel González tiene 78 años y ya se merece un retiro de obispo. Porque la mamadera -entiéndase el palabro en términos de chupar sueldo de la ubre pública- no puede durar toda la vida y es bueno que llegue el momento de decir adiós. Pero el gozo en un pozo.

Pasan los meses y los meses y don Rivero no cumple su promesa; y don González se enroca en la secretaría de la Mesa del Parlamento, que al parecer le da más cuartos que los que le rentaría la propia Audiencia de Cuentas. Y en CC todo es cuestión de cuartos.

Pero he aquí que, con su actitud tan poco generosa hacia su propio partido, don J. M. González Hernández le está impidiendo a CC que cumpla sus pactos electorales, por lo que el cabreo en el PNC es monumental.

Don Rivero, es decir, el dueño del Paulinato, sigue incumpliendo sus promesas de una manera sistemática. Debe de ser que la chilaba lo tiene perturbado. Incluso no cumple su palabra ante sus socios más cercanos y más leales, aunque de muy poco sirven ciertas lealtades cuando de algunas personas hablamos.

CC se sigue empeñando en ser un club de amigos de obediencia debida. Solo caben en la canaria coalición los apesebrados y los hombres del "sí a todo". Las promesas, las palabras dadas, que siempre han sido sagradas en la idiosincrasia isleña, nada significan para un presidente como Paulino Rivero, en una auténtica caída libre.

Porque Coalición Canaria ya no parece un partido, sino un mariachi en el que hasta los violines desafinan. Quizá porque el violinista principal se pasa en día, ya no en el tejado de Presidencia, sino en el helicóptero. O vestido de moro. Y, claro, morito no tocar violín, solo tocar cítara.